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La asunción como nuevo jefe de la Policía provincial del comisario general Cristian Sola descomprime apenas unas décimas la enorme presión que existente dentro de la institución que tiene por finalidad máxima brindar seguridad a la población de la actividad delictual. ¿Pero con este inesperado cambio de jefes se termina la sospechada connivencia entre la policía y los narcos que operan en esta provincia, pero con mayor énfasis en la ciudad de Rosario y sus alrededores?

Desde el poder político pareciera que esa fuese la respuesta a la población; que solamente con la eyección del comisario general Hugo Tognoli se termina la relación entre los narcos con la policía.

Pero los comentarios que se reciben desde el seno íntimo de esta institución policial es que el problema no cesó, sino que apenas sacaron un mondadientes de un estuche con más de cinco elementos, aunque no dejaremos de destacar que se trató de la principal figura cuestionada a partir de la aparición de una investigación de la Policía de Seguridad Aeroportuaria, y que profusamente publicó en su edición del viernes el porteño matutino Página/12.

Es que muchos altos jefes policiales que actualmente gozan del retiro no dejan de comentar y apuntar que el Gobierno provincial se equivoca si piensa que con este movimiento de pieza dejar de funcionar la maquinaria de la droga y sus vínculos en Santa Fe, pero con mayor impacto en la ciudad de Rosario.

Los hombres de azul con muchos años de calle en la institución y que llegaron a ocupar altos cargos en la Policía provincial advierten que debiera haber “una purga” aún más profunda, tan profunda que habría que descabezar la plana mayor de la institución, sin excluir de la operación quirúrgica a los jefes y subjefes de las 19 unidades regionales en que se divide la Policía departamentalmente.

“Hablamos de unos 50 oficiales superiores que debieran irse a sus casas”, decían ex jefes de policía retirados para dar un ejemplo hacia la oficialidad media y joven de lo que podrían padecer si se les descubriese o sospechase alguna relación, aún ínfima, con el mundo del narcotráfico, el que maneja mucho dinero y relaciones con el medio político.

“Esto último es parte de la jugada para coexistir en la sociedad”, apresuró a mencionar un locuaz oficial superior retirado.

Otro de los cuestionamientos que se escucharon de los viejos sabuesos es que muchos de los altos jefes policiales actuales carecen de escuela de formación previa para llegar a esos cargos superiores.

“¿Preguntá cuántos de estos jefes policiales pasaron por la escuela de formación en ocasión de ostentar la jerarquía de comisario inspector?” Así se despachó otro ex jefe policial que supo ocupar altos cargos en la fuerza y que goza de prestigio y respeto entre los muchos de sus subordinados de otrora.

Batalla en los estrados judiciales

El renunciante jefe policial, comisario general Tognoli, ahora deberá dar batalla en los estrados de la Justicia Federal desde donde se ordenó su inmediata detención, ya que se lo vincularía con dos causas pesadas relacionada con el narcotráfico.

Desde el Juzgado Federal 3 de Rosario, a cargo del juez Carlos Vera Barros, partió la orden de detención para Tognoli, quien dijo ante los medios periodísticos que puede defenderse de las acusaciones que se le hacen desde la PSA y que publicara el matutino porteño.

A partir de la recolección de datos surgieron escuchas telefónicas comprometedoras para policías de esta provincia en torno de dos causas principales.

En la primera se refiere a un comisario mayor de la policía santafesina que le dice al dueño de un prostíbulo de Villa Cañás, en el departamento General López, a unos 120 kilómetros al sudoeste de Rosario, que para vender cocaína en su local le debería pagar 30 mil pesos mensuales a Tognoli y abastecerse con el proveedor local, un tal Carlos Andrés Ascaíni, según se desprende de la investigación de la PSA y que publican medios periodísticos.

El dueño de este prostíbulo, dice la presentación judicial, se habría comunicado con el celular del comisario mayor Oscar Ledesma para saber quien era el proveedor de la zona y "quien es el jefe" con el cual arreglar la situación.

Desde el celular de Ledesma habría partido un mensaje de texto con la respuesta: “El de Cañás es Ascaíni y el jefe a 30 mil (pesos por mes) es Tognoli". Históricamente, por ese entonces, Tognoli estaba al frente de la ex Drogas Peligrosas.

La otra causa se refiere a la búsqueda que la PSA hacía por entonces de Ascaíni, y en este contexto, según la denuncia, Tognoli, o alguien con su clave y código personal, habría ingresado al banco de datos del Registro Nacional de la Propiedad Automotor para averiguar a quién pertenecían dos autos que estaban tras los pasos del narco.

Ese mismo hombre –cuya identidad aún se desconoce o no trascendió a los medios periodísticos- había proporcionado los números de dominios y requerido que le informaran al respecto. Con esos datos en su poder logró esquivar la persecución de la fuerza nacional.

Una imagen a cambiar

El nuevo jefe de la Policía santafesina tiene una ímproba y enorme tarea que realizar. Primero enderezar el rumbo de la Policía y poner en su lugar a los miles de integrantes que, por hoy sin ninguna duda, se sienten desmadrados y sin horizonte.

Y por el otro lado, el comisario general Sola deberá mejorar la deteriorada imagen institucional en la que sucumbió la Policía provincial y que ya muchos apuntan que es similar o peor que la llamada ‘maldita policía bonaerense’.

Pero también el poder político, desde el gobernador provincial Antonio Bonfatti, y desde el mismo Ministerio de Seguridad, aún en manos del ex diputado provincial Raúl Lamberto, y del médico Marcos Escajadillo, como secretario de Seguridad, deberá hacer lo necesario y cuanto antes para poner en caja a una policía que se retuerce de dolor por sus males internos.

Para ello, sin lugar a duda alguna, deberán expresarle cabalmente los objetivos a los hombres de esta institución, ordenándoles (sí ordenando, porque es la manera en que se deberá actuar) las acciones inmediatas y de mediano plazo a cumplir y tomando las decisiones políticas necesarias para, al menos, morigerar este alto grado de inseguridad que viven los santafesinos y, puntualmente, los rosarinos, poniendo mayor énfasis en la lucha contra el narcotráfico, que significa la madre de todos los males.

Caso contrario, esta provincia, como muchas otras, se encaminan inexorablemente a convertirse en un futuro cercano -que todos no deseamos alcanzar- en una Ciudad Juárez de México o en la realidad colombiana con la problemática del narcoterrorismo. (Jackemate.com)    

 

 

 

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