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Un día como hoy de 1955 la muerte en Capital Federal llegaba del cielo. Escuadrillas de Glooster Meteor de la Armada bombardearon ferozmente los principales edificios gubernamentales existentes en torno de la Plaza de Mayo. Se iniciaba así el principio del fin del segundo mandato democrático  presidencial del general Juan Domingo Perón. También era el inicio de una escalada sangrienta de violencia sin fin que se extendería hasta principio de los años ‘80

Es el mediodía del 16 de junio de 1955. En la Plaza de Mayo y sus alrededores, la actividad ciudadana es muy intensa, según contaban los diarios de esa época.

“Es el horario en que niños y jóvenes escolares van a sus colegios o vuelven a sus casas, algunos empleados salen a almorzar, la zona bancaria tiene mucho movimiento, la gente transita por las calles realizando trámites en distintas dependencias, un día normal, podríamos decir”, se agrega.

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Pero a las 12.40, sorpresivamente, un avión de la Armada deja caer una bomba de 100 kilos. Tras él, 27 aviones más arrojaron sin piedad sobre el pueblo indefenso bombas de 50 kilos y atacaron salvajemente con fuego de metralla. La desesperación y el desconcierto ganaron las calles.

Muchos testigos de esta verdadera masacre narraron que la gente corría despavorida de un lado a otro sin saber para donde ir. Fuego, sangre, muertes, explosiones, columnas de humo, todo era un caos.

Una de las bombas cayó en el techo de la ‘Casa Rosada’, otra sobre un trolebús donde murieron todos sus pasajeros, también un micro escolar fue alcanzado por la furia asesina de los defensores de la oligarquía que veían afectados sus intereses por los beneficios que el gobierno otorgaba a los sectores populares.

La consigna era ‘Maten a Perón’

¡Maten a Perón! esa era la consigna de los rebeldes al gobierno de Perón. Para alcanzar tan cobarde objetivo los pilotos navales se ensañaron con la Plaza de Mayo, avenida de Mayo, el edificio de la CGT, el Ministerio de Guerra, el Departamento de Policía, el ex Palacio Unzúe, donde hoy funciona la Biblioteca Nacional, y todas las calles de los alrededores.

Cientos de muertos inocentes, miles de heridos, personas lisiadas en forma permanente, otras tantas con secuelas psicológicas por el horror vivido, fue el resultado del ataque de los salvajes agresores asesinos que arrojaron casi 100 bombas, alrededor de 10 toneladas de explosivos en menos de tres horas y luego huyeron hacia Uruguay pidiendo asilo político. No sólo querían matar a Perón, sino también crear terror en el pueblo.

“Ni un sólo obrero debe ir a la Plaza de Mayo” ordenó el ex presidente Perón en resguardo del pueblo porque “estos asesinos no vacilarán en tirar contra ellos”, aseguró desde un sitio donde buscó refugio de las bombas que tiraban desde los aviones y hasta de las metrallas de los otros que acompañaron el vuelo en este dantesco episodio de violencia que aún hoy entristece a cientos de familias argentinas que lloran a sus muertos.

Los obreros salieron igual, y al grito de ¡Perón, Perón!, muchos fueron masacrados desde el aire por las metrallas de los aviones en sus vuelos rasantes sobre esa zona de Buenos Aires.

Tres meses después, tras un nuevo golpe, tampoco quiso armar a la CGT que quería salir a la calle a defender su gobierno, porque no quería que se derramara más sangre del pueblo trabajador, y es derrocado por la mal llamada “revolución libertadora”, bautizada luego como “la fusiladora”.

No hay que dudarlo. El 16 de junio de 1955 es una fecha clave en la historia política y democrática de la Argentina porque marca un antes y un después. Fue, sin dudas, el comienzo de la instauración del terror en nuestro país, que luego proseguiría con el terrorismo de Estado.

Los posteriores e inmediatos fusilamientos, asesinatos, encarcelamientos y persecuciones para terminar con todo vestigio y resistencia peronista.

Años más tarde, por aplicación de la ‘Doctrina de Seguridad Nacional’ se dio lugar al más sangriento y cruel proceso cívico-militar de la historia argentina y latinoamericana que comenzó el 24 de marzo de 1976 y que dejó como resultado miles de muertos, torturados, encarcelados y 30.000 desaparecidos.

Por eso, como después del 1983, con la recuperación definitiva del Estado democrático en la Argentina, tenemos que decir a viva voz: ¡Nunca Más episodios de violencia y masacre como la del 16 de junio de 1955 en Plaza Mayo! (Jackemate.com)

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