Recientemente se hallaron anomalías térmicas en las pirámides de Egipto, algo que ha vuelto a reabrir un enigma del que, aunque se saben muchas cosas, aún quedan innumerables preguntas por responder
La única de las siete maravillas del mundo que aún puede ser visitada es la Gran Pirámide, asentada en la meseta de Guiza. Su función era funeraria, ya que en su interior albergó los cuerpos de los faraones Keops, Kefrén y Micerino, quienes formaron parte de la cuarta dinastía, desarrollada entre los siglos XXVII y XXVI A.C.
Aunque no está comprobada de manera definitoria su forma de construcción, egiptólogos de renombre internacional -entre todas las posibilidades analizadas-, estiman que para hacerlo se mojaba el suelo para que los bloques de piedra utilizados pudiesen ser trasladados más fácilmente.
Otros hacen hincapié en la teoría que indica que el hijo del patriarca Jacob erigió las pirámides para guardar grano durante los períodos de hambruna que asolaron Egipto.
Algunas teorías interpretativas hacen referencia a la Biblia para explicar acciones que llevaron adelante los egipcios para levantar las pirámides.
Incluso no faltaron teorizadores que apuntan a Noé como “el único competente para dirigir la construcción de la Gran Pirámide”, una teoría que hace referencia al siglo VI, cuando Gregorio de Tour escribió la “Historia de los francos” en la que se indicaba que las pirámides eran amplias en su base y estrechas en la cúspide para que el trigo pudiera ser arrojado a través de una pequeña abertura”. Fue Juan de Mandeville, quien afirmaba que “eran tumbas para los grandes señores”.
El arca de Noé
Y otra versión, religiosa, -no creíble-, tiene como protagonista al citado Noé, que no satisfecho con construir el arca, se remangó para construir las pirámides, según John Taylor, en “The Great Pyramid: Why It Was Built and Who Built IT”, publicado en Inglaterra, a mediados de siglo XIX y en el que afirmaba que las pirámides eran un repositorio del conocimiento matemático divino”. Taylor recibió una impagable respuesta por parte de la American Metrological Society, que calificó a la teoría como ridícula.
La entidad hizo hincapié en que “atribuir a un hombre tan situado como Noé, -que acababa de escapar de una catástrofe como la destrucción de la raza humana-, sería estúpido, tan casi idiota como es acumular una pila de rocas de millón y medio de yardas cúbicas”.
El astrónomo escocés Charles Piazzi Smyth, en ‘Our Inheritance in the Great Pyramid’ (1864) desvelaba que la pirámide ocultaba un gran número de profecías bíblicas, entre ellas, la fecha del fin del mundo que, como suele ocurrir, se encontraba a un tiro de piedra: 1881”. Estamos en junio de 2018 y la profecía felizmente no se cumplió.
Otro que lanzó una teoría sobre el enigma egipcio fue Heródoto, el historiador griego, quien aplicó una visión racista.
En principio fue considerado como creíble, pero luego perdió posibilidades de ser cierta cuando se hizo pública su descripción, con pobre rigor científico, del proceso de momificación.
Explicaciones sobrenaturales
No faltan las explicaciones sobrenaturales y hasta se conoció la teoría de Edgar Cayce, un vidente estadounidense, quien sugirió la posibilidad de que los constructores hubiesen sido capaces de hacer levitar los bloques de piedra que pesaban toneladas.
Cayce, en su obra “Gods of Eden: Egypt’s Lost Legacy and the Genesis of Civilization” sugería la posibilidad de que los constructores hubiesen sido capaces de diseñar un sistema para hacer levitar los bloques de piedra, quizá a través de vibraciones sónicas, que habrían permitido levantar las rocas hasta la altura de 146 metros que tiene la mayor pirámide.
Teorías Conspirativas
Tampoco han sido dejadas de lado las teorías conspirativas como la de Ignatius Loyola Donnelly, un congresista de Minnesota, que defendió en “Atlantis: el mundo antediluviano (1882), en la que se hacía referencia a que Egipto no era otra cosa que “la primera colonia de los atlantes”, los que no se habrían privado de haber establecido réplicas de sus grandes ciudades por todo el orbe antes de que su civilización fuera tragada por las aguas.
Otro ejemplo serían las pirámides de Mesoamérica, aunque no pueden ser comparadas, ya que en las pirámides de Egipto no hay escaleras y templos en las cúspides, a lo que hay que agregar que los edificios mesoamericanos fueron erigidos un milenio más tarde.
También ha sido descartada la Teoría de la Correlación de Orión, formulada por primera vez por Robert Bauval y Adrian Gilbert en ‘The Orion Mystery’ a principios de los 90.
Esta señala que existe una correlación entre el emplazamiento de las tres pirámides de Guiza y las tres estrellas de la constelación de Orión, lo que les llevaba a argumentar que su construcción tenía la función simbólica de conducir a los faraones a la vida en las estrellas después de la muerte.
Como recoge un artículo, ni el plano de las pirámides cuadra con las estrellas del cielo, salvo que le demos la vuelta, ni ambas formas se encuentran alineadas, con una diferencia angular de hasta 50º.
El hábil vendedor Antoine Bovis, en su momento, aseguró que la forma de la pirámide, reproducida a escala, permitía conservar la carne por sus poderes especiales. Pronto, a esa utilidad se añadieron otras ventajas como afilar navajas, envejecer el vino o purificar agua.
Vale apuntar que los constructores de pirámides dormían en corredores mientras construían las tres pirámides de Ghiza, según lo afirmó el arqueólogo Marik Lehner. Las galerías sobresalían algunos centímetros de la arena ardiente.[1]
Los constructores –se estima un número cercano a los 20.000-, movilizaron y apilaron 2.300.000 bloques de piedra. Al caer la luz, tras una durísima tarea, que en número importante les llevaba la vida, los obreros regresaban al centro urbano que habitaban.
Es de hacer notar que para erigir las pirámides se había formado un complejo industrial que funcionaba como fuente de aprovisionamiento y como base de templos mortuorios.
La ciudad que nos ocupa se perdió hace 4.500 años y tenía un complejo edilicio conformado por un trazado rectilíneo orientado hacia los puntos cardinales. Las galerías tenían una suerte de plataforma en uno de sus extremos para personas de 40 a 50 años.
Los habitantes, en el trabajo, tenían diversas jerarquías y se dividían, en primera instancia, entre permanentes y rotativos, siendo estos últimos quienes habían sido enviados a Guiza para cumplir con una obligación para con el faraón.
Lehner desenterró en el valle adyacente a las construcciones, numerosas panaderías consistentes en edificios rectangulares que servían para guardar silos con granos.
Los panaderos utilizaban utensillos que hacen pensar en una elaboración diferente a la actual, ya que usaban moldes cónicos que contenían la masa que era volcada directamente sobre las brasas.
Lehner, para corroborarlo reconstruyó una panadería e intentó fabricar pan a la usanza egipcia, logrando su objetivo, aunque debió reconocer que el pan no era sabroso.
El investigador encontró en sus investigaciones otro barrio donde habitaban los trabajadores rotativos, denominado La Ciudad del Este por los arqueólogos que comprobaron que a ese barrio llegaban los habitantes de otros lugares.
La teoría fue verificada en el cementerio del lugar donde se desenterraron tesoros arqueológicos.
El doctor Zahi Hawass, experto en antigüedades de Egipto señaló que el cementerio mayor se halla en una meseta cercana a las pirámides y el otro más abajo. Él ha desenterrado numerosas tumbas que conforman los cementerios. El primero está conformado por mastabas de ladrillos de barro, de forma cónica o de panal, o incluso pequeñas pirámides que imitan a las monumentales vecinas.
En el segundo cementerio los enterrados yacen con poco ornamento. El primer enterratorio habría sido construido para los trabajadores “de planta permanente” y de mayor rango, ya que allí había familias enteras. En el restante sólo había esqueletos.
Uno de las tumbas más importantes pertenece al sacerdote Kai, que data del reino de Keops, en una tumba pintada con estilo artístico único con uno de sus bajorrelieves que muestran a la hija de Kai abrazando a su padre.
En el interior de las tumbas, los jeroglíficos permiten determinar cuáles eran los títulos de los trabajadores, entre los que puede mencionarse al supervisor de rodillos o maestro del puerto.
Obviamente, las teorías citadas muestras claramente la fascinación que aún producen hoy en día las construcciones piramidales. (Jackemate.com)
(1) (1) La Nación. 06/02/2002. Sebastián Ríos
(*) Licenciado en Periodismo – rimar9900@hotmail.com