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Por Ricardo Marconi (*)

En los 21 días transcurridos de octubre, la mafia de los traficantes de drogas se llevó de la faz de la Tierra más víctimas por sus ataques mortales y en lo que va de este fatídico 2022, los cuerpos sin vida llegaron a la cifra de 233.

Estadística pura que apuntaría, para fin de año, a un número que puede sobrepasar los 300 cadáveres. La sensación de impunidad en la ciudad está siendo acompañada por una sospechada policía que es detectada, en muchos casos, como componente de una red de corrupción -600 mil millones de pesos están dando vueltas por ese tipo de casos, según el diputado Waldo Wolf-, mientras que a la justicia se la presume como una institución que trabaja a paso de tortuga.

El mismo legislador afirmó: “Es necesario llegar a rápidamente a sentencias definitivas”.

La sociedad rosarina es renuente a hacer las denuncias ante organismos del Estado, presuntamente competentes y se inclina, cada vez más, a exponer lo que le ocurre  -a cualquier hora del día y de la noche-, a los medios de comunicación para que se conozcan los hechos y, por ello, no es casualidad que los victimarios profundizaran el camino de amenazar de muerte a los periodistas, el último eslabón visible de una cadena que sirve para visibilizar la crisis de seguridad que se instaló en nuestra ciudad y en localidades vecinas.

Una opinión especializada 

Los especialistas en criminología explican que las sociedades criminales son parodias de la situación política general y social. Y para ejemplificar lo señalado se puede argumentar, a nivel de ejemplo, que Colombia ya llegó al nivel de impunidad para quienes violan derechos humanos, producto de una historia de desigualdades económicas y sociales, de accesos a la educación elemental, de diferencias para la obtención básica de bienes materiales y de obstáculos a la realización personal.  Sí, ya sé, usted piensa que en Rosario está ocurriendo lo mismo.

Es entendible que se piense que no hay casi diferencias de lo que ocurre en el exterior con los sucesos que se desencadenan en nuestro medio, donde como las flores, se multiplican los traficantes de drogas, los lavadores de dinero en gran escala, los ladrones, arrebatadores a pie, en autos y motos, los coimeros y así hasta casi el infinito.

Agujero negro rosarino 

Hemos logrado, como sociedad, trasladar elementos de la astrofísica a Rosario y su hinterland –como acostumbran a decir los economistas-, esto es un agujero negro que se está tragando los restos de la honestidad.

Mientras tanto, la población soporta estoicamente vivir bajo la línea de pobreza, mientras cae lentamente en la indigencia, mientras la impunidad impera como en los reinos medievales. (Jackemate.com)

 

(*) Licenciado en Periodismo – Postítulo en Comunicación Política 

 

 

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