Por Ricardo Marconi (*)
James Wolsey ex director de la CIA debió renunciar a raíz del accionar de un agente doble descubierto que trabajaba para los rusos. Wolsey le presentó la renuncia al expresidente norteamericano Bill Clinton.
Ello sucedió a pesar de haber logrado un avance significativo en la transformación del sistema de inteligencia estadounidense en la época de la “Guerra Fría”. La razón fue otra: No pudo detectar al agente doble Aldrich Ames.
Wolsey, por ese entonces tenía 53 años, había formado parte, desde su inicio, de la gestión Clinton, mientras que Ames se desempeñó ocho años, a partir de 1985 en favor de la Unión Soviética y luego, tras su caída, para la Rusia poscomunista, permitiéndole ello obtener 2 millones y medio de dólares.
La contracara de Ames fue la pérdida de la vida a una decena de agentes secretos norteamericanos descubiertos por él. También le costó a la Agencia Central de Inteligencia, la pérdida de una red que había desarrollado tras la cortina de hierro.
Otros once altos funcionarios de la CIA fueron amonestados, ya que, incluso, Ames había logrado burlar las pruebas del detector de mentiras al que la agencia del país del Norte, somete periódicamente a sus agentes.
La Comisión de Inteligencia del Senado estimó que CIA era culpable de una grosera negligencia y también responsabilizó por ello a los predecesores ene l mando: William Casey, William Webster y Robert Gates, sobre los que en anteriores columnas hemos interiorizado a los lectores sobre su labor en el campo del espionaje internacional.
Todos fueron considerados corresponsables de no haber entregado los documentos que pedía regularmente el FBI. La CIA, para no ser investigada entregaba documentación caduca y se guardaba la más reciente.
Para colmo, Woslsey había nombrado como su adjunto, en la Dirección de Operaciones –que tenía bajo sus órdenes-, a Ames y, además, tenía como enemigo acérrimo a Denis de Cocini, que se desempeñaba como jefe de la Comisión de Inteligencia del Senado.
Ello, justamente, le tocó en un año en que la CIA fue acusada de despilfarro financiero y de encubrir a agentes denunciados por acoso sexual.
Al ser detenido Ames explicó que los motivos de su accionar habían sido “la codicia, la debilidad y el miedo”. Cayó por su falta de cuidado, ya que con el dinero se compró un automóvil Jaguar y una casa, cuyo costó era de medio millón de dólares en las afueras de Washington.
Las lágrimas del traidor
El doble espía lloró en dos ocasiones: Cuando se le preguntó por su hijo de sólo 5 años, quien debió irse a vivir con sus abuelos a Colombia y cuando se le recordó a su padre, ya fallecido, que también había sido agente de la CIA.
Fue finalmente condenado a cadena perpetua, precisamente en una época en que Moscú empezaba a acercarse como aliado de Estados Unidos.
El caso Hansen
Robert Philips Hansen fue un agente del FBI y era considerado un individuo de inteligencia brillante, aunque las mujeres de la agencia lo tenían como tímido y extraño cuando, en 1985, actuaba en el área de Presupuesto. Se destacaba por su habilidad en el campo de la informática y le gustaba la computación.
Guardaba en su base de datos personal la información que obtenía y con la que comenzó a medrar, ya que se sentía enojado con la falta de consideración que tenían con él los superiores del FBI, ya que ganaba según su propia consideración “sólo 46.000 dólares anuales, a pesar de tener 6 hijos”.
El 1º de octubre de 1985 envió a la muerte a dos espías de Estados Unidos en Rusia y comprometió a cientos de agentes en bolsas de basura en las que colocaba sus nombres, escritos en una cinta blanca para que fueran identificados.
Hansen tenía como lugares de encuentro a 22 “puntos muertos”, esto es lugares donde se dejaban depositados los secretos obtenidos, como por ejemplo “las respuestas a un ataque nuclear”.
Tras el inicio de las investigaciones internas en el FBI, fueron detectados en 1994 un total de 20 sospechosos de ser responsables posibles de entregar datos a los espías rusos. Entre ellos estaba Hansen.
El agente del FBI que nos ocupa tenía dinero depositado en su cuenta, la que fue investigada y de la compulsa surgió que, tras reunirse con los rusos, la cuenta recibía un depósito. Aun así, el FBI detuvo a un agente al que no se le pudo imputar ningún delito.
Mientras tanto seguían siendo detectados espías norteamericanos en Rusia y a Hansen se le comprobó la compra de una vivienda que valía 500.000 dólares.
En 1993 el agente investigado recibió miles de dólares y para desviar las averiguaciones hackeó identidades de espías rusos y con ello trasladó en el tiempo las sospechas que recaían sobre él.
Cinco años más tarde, el FBI comenzó a investigar a Bran Kelly. Otro agente que figuraba en la lista le allanó la vivienda y le encontraron un mapa escondido en la cocina. Luego todo quedó en la nada, al comprobarse que el mapa sólo tenía marcado los lugares donde Kelly corría para hacer ejercicio.
Finalmente, el FBI tuvo suerte al detectar que Hansen había abordado a un agente secreto ruso para pedirle 7 millones de dólares para darle información clasificada, cifra que para la agencia norteamericana “era un vuelto”. El soviético recibió datos de una década y media de antigüedad.
De esta manera, con una entrega controlada, por parte de la agencia estadounidense, a Hansen lo pusieron a cargo del área de seguridad y Hansen creyéndose seguro continuó trabajando para los rusos.
Utilizando una estratagema interna, dos agentes del FBI retiraron del escritorio de Hansen su celular y descargaron una copia, tras lo cual lo devolvieron al lugar donde estaba, sin que Hansen lo advirtiera.
El celular tenía registrado los “puntos muertos” –lugares de reunión de los agentes de la KGB-, donde Hansen concurría cada 15 días y Hansen, sintiéndose vigilado, advirtió a sus supervisores rusos que “quería dejar de espiar”, y el FBI lo sabía. Les dijo a los rusos que sufría stress y miedo e incertidumbre.
En febrero de 2001 hizo la última entrega y el 18 del mismo mes y año el área de contrainteligencia del FBI, a las 19 horas efectuó un operativo en el interior de un bosque donde Hansen y los rusos se reunían y procedieron a apresarlo, luego de lo cual Hansen admitió su responsabilidad.
Se libró de la silla eléctrica, pero fue enviado a una cárcel de máxima seguridad en Colorado para que cumpliera su pena en confinamiento solitario. Con el tiempo y a medida que se iban probando sus delitos le aplicaron 15 condenas perpetuas.
El espía que traicionó a la URSS
Dimitri Poliakov, en favor de Estados Unidos traicionó a la Unión Soviética para –según sus propios dichos-, “vengar la muerte de su hijo”.
Fue un alto mando de la inteligencia militar soviética y actuó en favor de la CIA entregándole valiosas informaciones durante dos décadas. Sus controladores sucesivos en el tiempo –se cambian para no despertar sospechas-, acordaron en que Poliakov fue “uno de los mejores espías que tuvo EE.UU., en el territorio ruso y su nivel de información tenía una alto valor estratégico y táctico”.
Luego de una década desde que desapareciera misteriosamente Poliakov, “Pravda”, el diario oficial del Partido Comunista, publicó en 1990 una información en la que se revelaba que el general del GRU, del espionaje soviético, había sido detenido, juzgado y ejecutado por alta traición.
James Wolsey, junto a un agente que había actuado como enlace confirmaron que Poliakov había sido apresado en Moscú y que había muerto en 1988, luego de haber trabajado para la CIA bajo el nombre clave de Bourbon.
Poliakov, “prestó extraordinarios servicios y fue leal a sus convicciones. Quizás deba ser considerado como el mejor agente que hayamos tenido jamás. Era la joya de la corona”, afirmó Sandy Grimes, un alto oficial de la CIA, quien destacó que “era extremadamente cauto y que por ello fue ascendiendo a lo largo de su carrera hasta llegar a la cúpula del GRU, sin levantar la mínima sospecha desde que comenzó en 1961 a colaborar con la Agencia Central de Inteligencia”, luego que contactara a agentes de contrainteligencia del FBI en Nueva York.
La muerte de un hijo: el desencadenante
Acababa de morir su hijo de una rara enfermedad. Luego que el GRU le negara a Poliakov el permiso para llevarlo a un hospital de Nueva York, donde podría ser salvado, ya que existía un tratamiento que implicaba la posibilidad de acceder a una cura. El general era muy crítico en ese tiempo con la dirigencia de la Unión Soviética, a la que consideraba corrupta.
Poliakov debió viajar profesionalmente varias veces a Estados Unidos y luego fue destinado a Rangún –Birmania- y posteriormente a Nueva Delhi (India) como agregado militar. Gracias a la confianza de la que gozaba accedió a informes reservados y las mismas terminaban en manos de agentes de la CIA.
Esta circunstancia le permitió acceder a documentos sobre las instalaciones de los misiles soviéticos que apuntaban a Europa y pudo confirmar que las relaciones entre Pekín y Moscú estaban casi rotas, a la vez que reveló las ayudas militares de su país al régimen de Vietnam del Norte.
El general ruso se negó a recibir dinero por sus aportes a la CIA, pero aceptó regalos tales como electrodomésticos, útiles de carpintería y hasta artículos de pesca, deporte al que era aficionado.
A pesar de sus precauciones terminó siendo delatado por otros dobles agentes: Adrice Ames y Robert Hanssen, ya mencionados.
Trayectoria
Poliakov, quien tuvo una destaca actuación secreta en la crisis de los misiles en Cuba, había nacido en Ucrania en 1921 y se hallaba estudiado en una escuela militar cuando se inició la II Guerra Mundial, en la que participó como teniente de artillería, siendo condecorado por su valor y, al acabar el conflicto se lo destinó a la Academia Frunza, donde se formaba a altos mandos del Ejército Rojo.
Desde allí fue transferido a un puesto en un Comité Militar en la sede de la Organización de las Naciones Unidas en Nueva York, pasando luego, por el período de tres años a la India, para ser llamado en 1980 a Moscú para que se le dieran nuevas órdenes.
Volvió quizás engañado, pero uno de sus controladores-entre los que se contaba una mujer-, le advirtieron que había sido detectado por los servicios secretos rusos y le ofrecieron trasladarlo de inmediato a Estados Unidos para salvarle la vida en virtud de los aportes que le había dado en el tiempo a la inteligencia estadounidense.
Él se negó y fue allí en el momento que su interlocutor –un alto jefe de la contrainteligencia de la CIA-, conoció las razones por las que Poliakov odiaba a las cúpulas de la GRU y la KGB, a las que responsabilizó de la muerte innecesaria de su hijo.
El general, a los pocos días fue citado a la GRU donde se lo habría interrogado por las acusaciones de traición que había en su contra, las que él negó terminantemente y fue en ese momento en que un funcionario del espionaje ruso le arrojó sobre el escritorio las pruebas que había en su contra y lo conminó a firmar una declaración aceptando sus responsabilidades.
Tras admitir su culpabilidad, fue esposado y encarcelado en un lugar secreto hasta que se dispuso su eliminación física como un traidor.
Poliakov, una especie de James Bond
En la presente columna relataremos los aportes que hacían los cuadros técnicos de la CIA para aportarle tecnología a Poliakov, ya que los resultados que el general obtenía en sus distintos destinos eran considerados de un extraordinario nivel informativo, que por otra parte no lograba ningún agente encubierto de Estados Unidos en el mundo.
Poliakov, en uno de sus contactos recibió una “pajarera”, esto es un maletín con una antena satelital que le permitía ingresar datos al satélite que, a determinada hora del día, pasaba por el territorio donde él se hallaba circunstancialmente. Luego la CIA los bajaba a la central.
También se le suministró una “caña de pescar” que contenía un transmisor de datos. Poliakov iba a pescar, arrojaba la línea a un río y bajo el agua comenzaba a transmitir datos que recibía otra “caña de pescar” que había arrojado al mismo río, a no más de trescientos metros de distancia aguas abajo, un agente norteamericano, quien recibía los datos y los retrasmitía sin sospecha alguna a la central de la CIA.
Me dicen que esas cañas de pescar, en esos momentos tenían un costo de 350 dólares. Desconozco, obviamente, su valor actual, si es que todavía son utilizadas.
Cuando Poliakov, por razones diplomáticas viajaba a Estados Unidos, la CIA instalaba en las luces de mesa de su habitación de hotel un aparato técnico que emitía una señal con sonido que era tomada y grabada desde otra habitación, sin necesidad de tomar contacto con el general para no despertar ninguna sospecha.
Operación Historia de Fantasmas
El 27 de junio de 2010 se inició en Estados Unidos la parte final de una operación de contrainteligencia que había comenzado en el 2000.
El objetivo era el de desarticular las tareas de inteligencia sobre un grupo de personas que vivían como ilegales y que venía siendo rastreados. Estaban sus componentes casados, tenían hijos y trabajo que lograban utilizando identidades falsas.
Se había logrado detectar que utilizaban PCs inalámbricas para emitir y recibir mensajes de voz e imágenes de flores, manejándose por Intranet entre ellos.
El contacto recibía información en el interior de un auto que estaba estacionado a 50 metros del lugar de emisión de los datos. Se confeccionaban carpetas de datos y las reenviaban codificadas sin peligro.
Una espía torpe
Finalmente, el FBI detectó a una de las espías, de nombre Ana Chapman. Pero no la detuvo. Simplemente comenzó a vigilarla y un agente encubierto la llamó para comunicarle que debían reunirse con el propósito de “entregarle un pasaporte nuevo para otro agente” y ello le permitió conocerla personalmente.
Le indicó a Ana que debía cambiarle la PC por un día para “mejorarle la transmisión de datos, ya que la estaban recibiendo con dificultad. Ella aceptó el intercambio y ello fue utilizado para copiarle la información.
Ana le admitió al agente encubierto que había aceptado ese trabajo para “ascender en el medio social y ganar un mejor sueldo”.
Al parecer, el grupo de ilegales utilizaba juegos que se usan en PC, de manera encubierta y anónimamente, con los que se ingresa a la Red Oscura.
Al parecer, la red es utilizada por mujeres, según el FBI, entre otros usos, para vender drogas y, obviamente también es utilizada por las redes terroristas para dificultar su detección.
Las agencias de inteligencia tratan de detectar en las mismas operaciones encubiertas.
Reclutando espías por LinkedIn
Muchos gobiernos de países desarrollados se la pasan generando nuevas estrategias para reclutar espías que tendrán el objetivo de sembrar desinformación.
Los chinos, por ejemplo, están utilizando espacios dedicados a ofrecer trabajos, según funcionarios estadounidenses del área de seguridad nacional e internacional, así como de la Organización del Atlántico Norte. Estiman en la CIA y el MI 5, del Reino Unido que hay casi 650 millones de potenciales buscadores de trabajo que podrían ser convocados.
“Agentes de inteligencia harían ofertas laborales para ofrecer conferencias o para ser empleado en China como consultor o para apoyo en investigaciones en áreas académicas, políticas y en empresas”, según señaló Jonas Parello, un exfuncionario danés.
Asimismo, Kevin Patrick Mollory, un exempleado de la CIA, fue sentenciado a 20 años de prisión por espiar para China, luego de ser reclutado para trabajar como representante de un centro de investigación, según el FBI.
Los reclutadores chinos, al parecer, trabajan por períodos de varios meses seguidos desde Hong Kong, solicitando especialistas en “inversiones globales” y para analizar “asuntos geopolíticos”. Es más, ante la duda del postulante, se le paga un viaje a China para terminar de convencerlo.
Uno de los entrevistados en China dio aviso a la inteligencia inglesa y luego se acusó de espionaje contra el Reino Unido a una empresa alemana que actuaba como testaferro de los chinos que, al parecer, ya habían contactado a aproximadamente 10.000 postulantes.
La operación emprendida por el MI 5 inglés permitió alertar de lo que estaba sucediendo a los gobiernos de Alemania y Francia, que comenzaron a revisar el ingreso de presuntos agentes chinos a esos países, según apuntó un exdirector del Centro Nacional de Seguridad y Contrainteligencia que hacía el seguimiento de presuntos espías extranjeros.
Los rusos reclutan mujeres
El hombre respiró hondo antes de llamar a la puerta portando un ramo de flores. Fue recibido por Natalia Gryaznevich con una sonrisa cuando el simpático caballero se presentó como Andrei.
La mujer, de 29 años, era empleada de un grupo prodemocrático llamado Open Russia. Andrei, mientras le entregaba a Natalia las flores, se presentaba con cortesía y la invitaba a tomar un café para tener “un diálogo amistoso, ya que –dijo- se sentía atraído por ella”.
La mujer aceptó la cita para el día siguiente y como consecuencia del diálogo entablado con su presunto pretendiente, comenzó a sospechar del mismo cuando el hombre comenzó a hacerle numerosas preguntas sobre sus viajes fuera del país y sus contactos en el exterior.
Natalia advirtió entonces –por su experiencia-, que Andrei estaba tratando de reclutarla como informante, mientras como contrapartida, le ofreció acceder a conocimientos herméticos sobre el sistema ruso de seguridad.
“El Servicio de Seguridad Federal ruso, sucesor de la KGB, había intentado obtener los servicios de Natalia, como lo había hecho con otros 4 miembros del Centro de Investigación Social Independiente de San Petersburgo”, según su director.
Concluida la reunión de Natalia con su “romántico reclutador” la misma regresó a su casa y a los pocos minutos fue detenida por “organizar una reunión en Vladivostok, patrocinada por Open Russia.
La mujer fue liberada luego de una denuncia de Open Russia por espionaje interno y ella hizo hincapié en que “Andrei sabía todo sobre sus antecedentes personales y agregó que en el momento del allanamiento en su casa le dijeron que “si aceptaba espiar a Open Russia para la contrainteligencia rusa, podía olvidarse de los cargos que se le hacían”. Ella no aceptó y los abogados de Open Russia lograron su liberación. (Jackemate.com)
(*) Licenciado en Periodismo – Postítulo en Comunicación Política