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Días pasado, la ciudad despertó a su vida diaria con el sombrío panorama de ser testigo de la violencia desatada: dos mujeres jóvenes, casi adolescentes, murieron asesinadas a balazos.

De por sí, resulta tremendo la ejecución de varias personas a la vez, pero llama poderosamente la atención que la persona sindicada como autora de los homicidios fuera precisamente otra mujer.

El acontecimiento es infrecuente y no pasó desapercibido generando en un matutino local una entrevista al secretario provincial de Seguridad Comunitaria y docente de Criminología de la UNR, Enrique Font.

Ante el requerimiento periodístico dicho profesional declaró que “en casos de homicidio entre actores implicados en delitos previos hubo escasos hechos con tal detalle de violencia y frialdad. Pero no vemos mujeres, ni como autoras ni como víctimas".

Pero lo más peligroso, rigiéndome por esa nota, estaría enmarcado en el porvenir, no muy optimista por cierto.

El funcionario sostenía, “antes las expectativas de las mujeres se satisfacían en general sobre conductas como formar una familia, cuidar a los hijos, ciertos consumos económicos. Eso por suerte se fue modificando, la lógica de autorrealización de ambos sexos se emparejó. Pero esa equiparación tiene una contra: varones y mujeres hoy sufren una demanda a construir identidad desde la capacidad de consumo: acceder a cierta ropa, ciertos bienes. Una salida tradicional a la frustración de no poder hacerlo, en los varones, es la violencia. Y las mujeres que han comenzado a sufrir estas carencias en sus expectativas empiezan a encontrar las salidas que hallaron los hombres: conformar estos grupos que se suelen autodenominar bandas, distinguirse por el uso de un arma. Más claro, señor, señora, échele agua.

Como esta señora Argentina posee una idiosincrasia muy particular, ha tenido enamorados acordes y descendencia afín, los pretendientes actuales no le van en zaga.

Trataré de entender este embrollo y por favor algún terapeuta tenga a bien estar en apresto para acudir en mi ayuda y de muchos otros.

Renovaré las palabras del criminólogo santafesino para estimular a algún lector descuidado: “una salida tradicional a la frustración, en los varones, es la violencia. Y las mujeres que han comenzado a sufrir estas carencias empiezan a encontrar las salidas que hallaron los hombres”.

Éramos pocos y   parió la abuela, aunque a esta altura de los hechos nada nos debería sorprender. Primero, por el avance la ciencia médica mujeres de edad lograron ser madres y segundo por el cambio de paradigmas sociales, más de una tierna viejecita en la actualidad debería estar purgando alguna pena judicial por estafadoras, narco u otras pequeñeces. No todas, pero las abuelitas de hoy en nada se compadecen a las de ayer.

Volviendo al tema preocupante, y cavilando sobre el presente donde “llueven” expresiones alegres por las elevadas tasas, cimientos en la construcción de puentes de inclusión y supuesta movilidad social, la venta de rodados cero kilómetros o usados, el empuje hacia vacaciones en fines de semana largo, etcétera, el docente de Criminología de la UNR, pone freno a tanta algarabía.

Claramente advierte, hoy la mujer acudiría a la violencia como una de las formas de enfrentar la frustración causada en el elevado consumo. Esto me trae a la memoria la visión del intelectual de izquierda Hervé Algalarrondo al rebatir la creencia de que una mejora de la situación económica transfiere automáticamente una caída en los índices del delito.

En la práctica, sostiene el pensador francés, es apostar a que el tiempo lo resuelva todo. Podemos comprobar la falsedad de esa tesis en América Latina: la región ha crecido sostenidamente en los últimos años, pero en muchos países latinoamericanos el flagelo de la delincuencia no sólo no retrocede, sino que avanza. Font revela el resultado de sus investigaciones a la sociedad santafesina. Prestemos atención a los actos delictivos a consumarse y no perdamos de vista si la participación de la mujer se incrementa. De ser así, el docente rosarino habrá dado muestras acabadas de su sabiduría, pero en lo personal, deseo se equivoque. (Jackemate.com)

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