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“Brutal ataque a un carnicero”, “lo balean y le roban la camioneta”, “le extirparon un riñón al arquitecto….” “Está grave otra nena que fue embestida por ladrones”, son los títulos que encabezan las noticias policiales de nuestro país, estampando un reflejo de la realidad, de manera especial en Buenos Aires y el Gran Buenos Aires. Es desagradable efectuar comparaciones, empero si practicamos un análisis a vuelo de pájaro de los acontecimientos vividos en nuestra ciudad, reconoceremos un estado de cosas incomparable.

Sería necio ignorar la existencia de delitos pero, afortunadamente, no podemos asimilarnos al otro Estado provincial. ¿Pero es imposible morigerar el accionar delincuencial? ¿Las autoridades desarrollan una actividad proclive a defender a una sociedad amenazada? ¿Demuestran a las claras sus intenciones de brindar solución a estos inconvenientes?

 Las respuestas a estos interrogantes no son fáciles de desenterrar. Sin embargo, en otra ocasión expresamos la dificultad de focalizar la problemática meramente desde lo ideológico.

Pero vayamos por parte para evitar malos entendidos. De ningún modo se pretende formular reproches sobre aquellos actores que juzgan el problema desde su óptica, si se quiere hacer una descripción sobre esa suerte de inacción, de letargo que envuelve a quienes deben formarse en hacedores de normas para garantizar el cumplimiento de cuanto derecho sea posible y no en capitanes de las postergaciones.

Es difícil entender a hombres y mujeres dedicados al arte de la política no perciban o no deseen hacerlo, las consecuencias de los aplazamientos, pues en todos los órdenes de la vida esa apatía con el paso del tiempo se convierte en un boomerang.

Por lo tanto, obstinarse en esa postura es casi un comportamiento neurótico. Por ello, es bueno determinar si asumir esa inmovilidad política amparándose en un dogma político, al sujeto dirigente lo hace sentir menos responsable o carente de culpa sobre todas las victimas.

Estas prórrogas en la toma de decisiones son una forma de evadir el presente y confiar que la crisis entre en vías de solución por sí misma o a través de un deseo ansiando que los problemas tomen un cause distinto.

Soluciones mágicas

En concreto, son expectativas infundadas. Por cierto, soñar descubrir soluciones mágicas sólo tiene valor dentro de mundo fantástico, irreal, erigiéndose en un escapismo y un autoengaño

Nada se corrige omitiendo lo sucedido, dejando correr las cosas,   porque la situación podrá cambiar, pero no mejorara nunca por sí sólo.

Nuestras decisiones, dramáticamente aunque no queramos, revelarán tal cual somos siendo una dificultad para la construcción de una imagen diferente.

Las medidas instauradas desde la moral se constituirán en paradigmas dignas de cumplir, pero no realizarlo desde ese principio, es ciertamente obsceno.

En los actos morales “se descarta un motivo ulterior” y, admitiendo que muchos concretaron actos objetivamente buenos, resignaron poseer un valor moral cuando fueron guiados a la espera de un beneficio.

Vale desentrañar que el respeto a los derechos es una correspondencia de todo ciudadano de la Nación y no de un sector de la comunidad.

El doctor Alberto Iribarne se pregunta “si puede hoy un sistema jurídico, que se rige por los principios de la dignidad, la libertad y la igualdad de todas las personas, no asistir a las víctimas de los delitos”.

El 29 de noviembre de 1985, la Asamblea General de la Naciones Unidas estableció en la resolución Nº 40/34, principios de justicia relativos a las victima de delitos y de abuso de poder.

De su lectura emerge un concepto interesante al sostener que las víctimas “serán tratadas con compasión y respeto por su dignidad. Tendrá derecho de acceder a los mecanismos de la Justicia y a una pronta reparación del daño que hayan sufrido”, según lo dispuesto en la legislación nacional.

El rabino Sergio Bergman asegura que "el seudo progresismo confunde orden con represión, lo que es un grave error” y, al mismo tiempo, exige un respeto irrestricto de los derechos humanos, afirmando que “en un Estado democrático los derechos humanos no se reivindican: se cumplen".

Sin embargo, ese sometimiento, pontificado en arengas, se derrite velozmente cuando se difuminan los cimientos para nutrirlo.

El progresismo

El intelectual de izquierda Hervé Algalarrondo, vicejefe de redacción de ‘Le Nouvel Observateur’, reflexionó que “el progresismo ha descuidado un fenómeno que golpea sobre todo a los más pobres, al ver en el delincuente a una víctima de la sociedad. Y a la seguridad como un reclamo de la derecha”.

Sorprende, al sostener su tesis de una "Cultura de la Excusa" la lleva a ignorar a la víctima para asumir la defensa del que viola la ley, expresando que “privilegiar las causas sociales en la explicación de los motivos del delito, es una cosa, pero renunciar a combatir la delincuencia es otra”.

Otra afirmación que objetó este intelectual es la idea que la mejora económica trae aparejado un inmediato derrumbe en los índices del delito, asegurando que ello no se materializa en América Latina, teniendo en cuenta que la región crece sostenidamente, pero en muchos países latinoamericanos la delincuencia no sólo no paralizó su andar, sino que avanzó a pasos agigantados.

Además, cita que en los suburbios humildes de París o de Lyon, el electorado de izquierda pide más seguridad, igual que el de derecha, e ilustra: "Los padres que quieren que sus hijos circulen tranquilamente por las calles de su barrio no son de derecha ni de izquierda, son padres".

Algalarrondo presenta otra tesis impactante: "Para la intelligentsia, el nuevo proletariado, son los delincuentes".

Traiciona a sus propias bases en nombre de la defensa de los "fuera de la ley". Los que cometen delitos estarían en rebeldía contra una ley y un orden "injustos". Son ellos las víctimas.

La policía, un tema urticante

Este pensador no da el brazo a torcer y dispara que "no se hará retroceder la inseguridad sin rehabilitar a la policía" y que ésta "necesita sentir el respaldo de todo el país pero, para la intelligentsia, eso es inimaginable y no tiene ni una palabra de consuelo o aliento para los que trabajan, los que estudian o los que padecen por la delincuencia".

Si bien es cierto que las fuerzas progresistas en general no ponen a la seguridad entre las prioridades de su agenda, excepcionalmente el Partido Socialista francés designó a un responsable de seguridad en su secretariado nacional, algo impensable un tiempo atrás.

"La inseguridad no es una sensación", declaró a la prensa Jean-Jacques Urvoas, el diputado nacional designado para ese cargo.

Finalmente subrayó el pragmatismo del presidente del Salvador, Mauricio Funes, quien llegó a la primera magistratura encabezando una lista formada por una ex organización guerrillera, el Frente Farabundo Martí para la Liberación Nacional (FMLN).

Este dirigente no eludió el drama de la violencia delictiva en su país y acaba de poner en vigencia una ley para combatir a las maras (pandillas) que prevé penas más duras para quienes se sumen a estos grupos delictivos.

Para concluir, se reclama un accionar estatal centrado en el respeto de derechos fundamentales que son inherentes a las personas e irrenunciables, tales como el derecho de acceso a la Justicia, a la vida, a la integridad física, a la salud.

No se pueden enmarañar las pretensiones de un pueblo sano que rechaza la indiferencia o niegue los derechos de los otros; de un pueblo alejado de profundizar la polarización víctima-agresor. Únicamente pide ‘sea tratado con compasión y respeto por su dignidad’. (Jackemate.com)

 

Por Lic. Ricardo López

 

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