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Obtener seguridad es una tarea trabajosa y multifacético y no se logra sin aplicar un estudiado proyecto De un sinnúmero de teorías se extraen nuevos conocimientos, pero se sobrepone una realidad: nada legitima ilustrarse si las ideas no se trasuntan en hechos definidos. La enfermedad está detectada, se sabe al dedillo los síntomas y el diagnóstico aparece, pero quien debe determinar el tratamiento, por fundamentos ignorados, se inclina por no indicarlo. O lo hace erróneamente, en consecuencia, el enfermo se transforma en cautivo del galeno.

Esta imagen simboliza lo desencadenado entre el corpus político y el social, donde gradualmente va in crescendo una velada separación de cuerpos, en vía de consumarse un divorcio sin conciliación cierta.

Intereses y mezquindades nacidos de las entrañas de cada partido multiplicado por las desavenencias entre oficialistas y opositores, van edificando una geografía de desenfrenada indiferencias hacia el sufrido poblador.

Los ciudadanos, prisioneros de estos beligerantes exaltados, son “ajusticiados” a diario en el permanente intercambio de aberraciones y contrasentidos. Los espíritus eternizan sus oscuridades impidiéndoles pensar que la seguridad es una queja pública que extralimita lo estrictamente policial.

Sin excluir las imperfecciones humanas e institucionales, adjudicar a la policía falta de compromiso es carecer de clarividencia. Es imprescindible admitir que la policía es espectador de lujo ante las tendencias desplegadas por devotos actores de uno u otro segmento ideológico, situándola en un estado de orfandad de herramientas para la protección global.

Política general

Las fuerzas de seguridad no están en condiciones de brindar mejores respuestas, basándonos en la imposibilidad de enmarcar el delito desde una sola variable.

La policía difícilmente acordará que sus procedimientos no generan paz ni seguridad pues asumirlo dejaría al descubierto las ausencias de políticas de Estado.

Por esta razón, si la pobreza fuera un elemento determinante para delinquir como muchos suponen, no debería tener eco en tiempos de bonanza económica como hoy se exalta. Teóricamente la mejor situación redundaría en una reducción o eliminación del problema pero ello no sucede, por lo tanto, algo funciona mal.

Al mismo se hace insostenible dejar de ver otras variables como la deserción escolar, la crisis de familia, la falta de trabajo, conviniendo cuerdamente no ser estos espacios de gestión policial.

Sin embargo oficialistas y opositores de turno rara vez se distinguen por sus reflejos para advertir estallidos de conflictos y menos aun se llevan las palmas para dejar de lado estrechos réditos antes las crisis.

Al día de hoy la víctima de un delito resiste la fractura del vínculo con su representante pero afligido no encuentra canales para recomponer la relación. Inexplicablemente el funcionario desoye el mensaje de la opinión pública que le grita sentirse ofendida con su magro desempeño y suele disgustarse cuando sus anuncios no gozan de la repercusión deseada.

Por supuesto, el habitante no asimila el discurso por concebirlo vacío de contenido, casi de campaña mediática. No repara el ciudadano una afinidad de objetivos.

Ayer, un sistema político económico implantado por armas de facto, atenazaba las libertades del habitante. Hoy parte de la sociedad cree protagonizar la misma historia por la mortificación instaurada por personajes ejecutores de los más viles delitos imbuidos de una violencia desmedida.

El delincuente consigue cimentar una imagen omnímoda de poder sobre la comunidad y casi sobre el mismo Estado, asegurado por la falta de decisiones contundentes, producto de la extraña visión de los burócratas.

Recientemente Carabineros de Chile dio una charla en nuestra ciudad. Describían a su institución como un organismo nacional cuya misión se cumplía al respetarse los parámetros establecidos en un plan contenedor de las últimas teorías sobre seguridad pública.

Planificación orquestada

Las pautas preparatorias para obstruir el disponible acceso al mundo del hampa se albergaban   en el tramado de claros objetivos comunes con la sociedad. Su tarea respondía a una anticipada planificación orquestada mediante la contribución de numerosos actores sociales estatales y privados con los cuales, imaginamos, habrán mantenido discrepancias y malos entendidos que obligaron a una redefinición de situaciones hasta el encuentro del punto concordante.

Lo atrayente del caso está dado en el respeto sistémico del proyecto rector, renunciando a actuar de acuerdo al siempre escenario inestable del partido gobernante de turno.

Se instauró un modelo asumiendo que con planificación y dedicación apropiada no existen los imposibles, determinando objetivos que expresaban lo que se pretendía lograr, compatibles con los recursos, que sean alcanzables y mensurables.

De esta manera la interacción social convalida lo dicho por Massimo Pavarini la prevención integrada no puede hacerse tan sólo con la policía, pero tampoco sin ella.

Por ejemplo, la partida presupuestaria destinada a este rubro no estuvo signada bajo el criterio dominante en nuestro país de gastos, sino como inversión.  Otro paradigma poderoso en la desviación de tarea policial es el alojamiento de detenidos en seccionales policiales.  Respondieron que un delincuente permanece apenas 24 horas y es derivado a la cárcel.

¿Se entendió? ¿Cuál es la medida descollante de la dirigencia del país vecino?  Sencillamente se construyeron prisiones para albergar a los delincuentes destacando la administración privada de algunas de ellas.

Como se aprecia no se buscó con el accionar errante modificar la función del policía, mientras nosotros seguimos sumidos en la confusión.

¿Falta citar la reciente e inédita resolución judicial sobre un asesino del volante ordenando el cumplimiento de la condena en una seccional de Rosario? Huelga todo comentario. (Jackemate.com)

 

Por Lic. Ricardo López

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