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La lectura de los dichos del vicejefe de redacción de ‘Le Nouvel Observateur’, el intelectual de izquierda Hervé Algalarrondo, relativo a la visión que seduce a la izquierda sobre la inseguridad, amerita su análisis. Si de verdad demandamos una dominante y superlativa democracia, creo en la necesidad de actuar con veracidad y anticiparme a acontecimientos producto de innobles interpretaciones.

Para ello una condición a priorizar es la enmarcada en el irrestricto respeto al otro, correspondiendo dejar de lado un término demagogo monopolizado por mediocres para edificar una buena imagen como es la palabra tolerancia.

Quien está a nuestro lado, aun no coincidiendo en sus apreciaciones, no se lo debe tolerar, sino absolutamente respetar.

Algalarrondo aseguró que resulta infundado el razonamiento impuesto de etiquetar las medidas de seguridad como de derecha, hasta fascistas. “Ese es el discurso de las elites culturales parisinas totalmente desconectadas de la realidad”.

Por cierto es innegable que el diario vivir en la bellísima París o en nuestra querida Rosario, ha legitimado al ciudadano a abrir los ojos para comprender el trazado de un camino muy particular y visualizar con suma brillantez, el contraste entre lo imaginado por su delegado en las cámaras y lo experimentado por sí.

Esa bifurcación se traduce en una resistencia para unificar pensamientos alrededor del criterio político de sensación de inseguridad.

Este ideólogo describió que “los padres que quieren que sus hijos circulen tranquilamente por las calles de su barrio no son de derecha ni de izquierda, son padres", y esta es la mínima demanda soñada por cualquiera, independiente de establecimiento geográfico.

Contradiciendo la postura de los ex partidos comunistas o trostkistas, señala como "una fantástica paradoja" el hecho de que aunque "las demandas de mayor seguridad son muy fuertes entre los trabajadores y "la izquierda ha olvidado sencillamente que las primeras víctimas del incremento de la inseguridad", son los trabajadores, la gente humilde.

De lo antedicho se desprende un estudio del tema sesgado desde lo ideológico, induciéndolos a reprimir la estimulación de los sentidos para detener la multiplicación del dolor de sacrificados por la delincuencia.

Quizá, permaneciendo glacial antes los sucesos no pesen que los inmolados del delito han de hacer frente no sólo al efecto físico de la violencia, sino también a las consecuencias psicológicas y sociales y nunca admitan que la supresión de proyectos, trayectorias, golpea en la dignidad más esencial de las personas.

Racismo policial

Este pensador –sorpresivamente- imputa a la izquierda de racismo policial, sosteniendo que "los policías son siempre presuntamente culpables y los jóvenes siempre totalmente inocentes" explicando entonces la existencia de movilizaciones por los casos de gatillo fácil o abuso policial, pero jamás por las víctimas de la delincuencia.

Y agrega: "La intelectualidad de izquierda sigue viendo en el más mínimo incremento de los poderes de la Policía y de la Justicia una amenaza para las libertades" y, si bien admite la posibilidad de cometerse abusos en la represión de la delincuencia, enfatiza en la existencia de  mecanismos para prevenirlos y evitarlos en el Estado de derecho, rechazando la excusa para una inacción que, a la larga, por el caos y la inseguridad que genera, acaba atentando y, en mucha mayor medida, no sólo contra la libertad individual, sino contra la vida misma”.

Pero atención, más personalidades de la izquierda francesa se acercan en alguna medida a este nuevo pensar.

Martine Aubry, titular del Partido Socialista francés, en un documento reciente afirmó que "no hay libertad ni justicia social sin seguridad".

En una columna de opinión divulgada por el diario Le Monde, la dirigente expone el Pacto Nacional de Protección y Seguridad Pública, certificando  que “la seguridad es la base del pacto republicano”, proponiendo su partido el desarrollo de  "una política que concilie el corto plazo -el de la reacción, la represión y la sanción- y el largo plazo –el de la anticipación, la prevención y la disuasión".

Quién sabe, a lo mejor Francia es más temible que la Argentina pero, por de pronto, de quienes menos se hubiera pensado, antes que se les “escape la tortuga” (sic) Maradona, rompieron el cerco y abrieron los ojos empezando a escuchar y ver una obra dramática en un escenario inapropiado para la fantasía. (Jackemate.com)

 

Por Lic. Ricardo López

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