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En su audiencia ante la comisión parlamentaria de Medios de Comunicación, Cultura y Deportes, el poderoso magnate de la prensa Rupert Murdoch, aseguró que no se había enterado de la magnitud del caso de las escuchas hasta hace dos semanas.

En tanto su hijo James y su mano derecha, Rebekah Brooks, negaron cualquier responsabilidad en el caso de las escuchas ilegales cuando se reveló que periodistas del News of the World, el tabloide sensacionalista de su imperio que cerró por el escándalo, habían intervenido el teléfono de una adolescente asesinada.

¿Cuanta tristeza deben padecer miles de anónimos periodistas que trabajan todos los días, que entregaron años de su existencia y su vida misma por una fascinante profesión, ante la vil política forjada por una empresa periodística y sus profesionales en la bella Inglaterra?

Carlos Jornet en su obra “Gestión Periodística” destaca la opinión del director del Media Management Center, Michael Smith: “los valores forman el núcleo de cualquier periódico y le dan su alma y su misión. La cultura interna de un periódico nace de los valores y actúa como conducto que permite que sus valores sean expresados en el contenido del periódico, el mismo producto final.

Estoy inclinado a concebir, que la multiplicidad de acciones ilegales descriptas en todos los medios del mundo, trasciende la mera imputación a los periodistas y sus empleadores.

Mal que nos pese esta actitud absolutamente rechazable, ostenta todos los aditamentos precisos para convertirse en un punto neurálgico del asalto de incontables dirigentes de dudosa reputación democrática que gozarán sin medias tintas los argumentos servidos en bandeja ir contra la libertad de prensa.

No seamos ingenuos y aceptemos que esta conducta extremista proclive a demarcar los movimientos de los periodistas puede observarse en cualquier país del mundo, aún los considerados más democráticos.

El rechazo a la intromisión del informador en profusos niveles de la vida de un país está afín al objetivo de impedir al ciudadano ejercer un control preciso del oscuro interés oculto del poder.

Esa es la tarea esencial de la profesión, pero tal rutina como cualquier otra actividad humana se debe cumplir a partir de una mirada moral y de ninguna forma motivada por otras causas. Muchos concretaron actos objetivamente buenos que sirvieron de ayuda y utilidad, dice Zygmunt Barman, pero guiados por el cálculo de beneficios esperados, estima pública por ejemplo, renunciaron de ser morales.

Lo sucedido en Inglaterra nos obliga a una rápida y profunda meditación con el firme propósito de prevenir una hipotética repetición por estos lares.

Si bien no tengo presente el cometido de tamaño desvarío en pos de la información en nuestro país, aprecio curarnos en salud y forjar debates trascendentes para montarnos en nuevas opciones para una mayor pureza en la obtención de la información. (Jackemate.com)

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