Rosario, desde siempre fue una ciudad castigada por los gobiernos de Buenos Aires y Santa Fe, pero aun así, se las ingenió para marchar hacia delante. Su progreso fue parsimonioso en comparación a otros centros urbanos y vivió sometida a lineamientos cobijados en ambos centros de poder. Claro está que para ser doblegada, debió ser víctima de una combinación de factores fruto de la cooperación, la alianza de dirigentes políticos y privados del orden local.
En ambos espacios, la impericia, la actitud timorata y quizás intereses personales fueron caldo de cultivo para edificar una ciudad anodina, sin personalidad, casi sin amor propio. Se resguardó en una frase muy emblemática, “hija de su propio esfuerzo”, como escudo de su inacción.
Fue declarada capital de la República Argentina, y en tantas oportunidades, el presidente de turno vetó la decisión. Poseyó un puerto, que la historia remarca casi como uno de los más importantes del mundo y el relato de ancianos habitantes, recuerdan la presencia de numerosos barcos como la representación del poderío cerealero del país.
No obstante esta realidad, otra determinación del colonialismo porteño, decretó su muerte, convirtiéndolo en un puerto fantasma. El hormigueo cotidiano caracterizado por el ir y venir cientos de obreros, cesó. Los puestos de trabajo se esfumaron. Y la ciudad enmudeció.
Posteriormente, la ciudad y su zona de influencia fue cuna de un polo de desarrollo y un nodo industrial formado por industrias militares, empresas siderúrgicas, petroquímicas y otras explotaciones comprendiendo desde San Nicolás hasta Puerto Gaboto, erigiéndose en uno de los principales centros fabriles del orbe. Llegada la década de los noventa, el colonialismo externo con apoyo local, de igual forma que con la terminal marítima, lo fue exterminando con una dedicación digna de encomio.
Asimismo, la construcción del puente Rosario-Victoria no fue ajeno a las irritaciones de los patricios santafesinos y memorable fue la concepción de nuestra Universidad Nacional por los lejanos sesenta, fruto de un secreto de Estado.
Sin embargo, a partir del regreso de la democracia, con fallas y bondades, los dirigentes municipales comenzaron a delinear una política ajena a la practicada hasta el momento. Sin distinción partidaria o ideológica, se impulsa la construcción de una nueva ciudad a partir de la existente.
El gobierno comunal toma conciencia de su representación institucional, de su valía como delegado de un habitante con pretensiones de encontrarse en una ciudad que lo envuelva y haga pesar su sentido de pertenencia.
Por esta causa, en continuas elecciones democráticas, el rosarino fue inclinándose hacia quienes ofrecían la posibilidad de emprender una transformación amplia, que aun en la imperfección, fuera cimentando a Rosario hacia el futuro.
Al mismo tiempo, resultaría poco feliz dejar de lado las obras implementadas por el gobierno provincial, que aún insuficientes, toca referirse: tal el caso del aeropuerto de la ciudad de Rosario.
De una estación pequeña, con escaso movimiento, el gobierno de la provincia adoptó medidas para transformarlo es un edificio ajustado a normas establecidas para el caso. Su inauguración provocó satisfacción pudiéndose interpretar como un reconocimiento del estado provincial hacia el poder económico del sur, siempre prodigo en entregar sus impuestos sin recibir mucho a cambio.
Un edificio moderno, con infraestructura suficiente, tenía poco vuelo, y no en sentido figurado: no había líneas aéreas para ocuparlo. Durante largo tiempo, la privatizada Aerolíneas Argentina, centró su política al exterior desde Ezeiza, Córdoba y otra terminal, pero borró de la memoria a Rosario.
Ante la indiferencia porteña, los dirigentes locales con compromiso y negociaciones atrajeron la atención de otras empresas, asomando sociedades con planes de tomar Fisherton como una pista con proyección internacional.
Paralelamente, la nacionalizada hermosa línea de bandera, el año pasado ordenó en una medida antipática, suspender el único vuelo comunicante con Buenos Aires. Esa ruta fue tomada por una empresa de capitales locales. ¿No fue así?
Señora señor, recordemos. Nuestra querida firma nacional invariablemente fue virtuosa, experta para descubrir obstáculos insuperables forzando al habitante de Rosario y la región a transitar por las rutas, explotando en un desgaste desmedido de horas para arribar a la capital volar al exterior y regresar a sus lugares de orígenes.
Por esta causa, por este mandato tácito acaso ¿no estimuló, alentó la radicación de una empresa de ómnibus de capitales porteños cuyo objetivo es trasladar pasajeros con destinos Aeroparque y Ezeiza? ¿Es incorrecto ello? Terminantemente no.
Mientras tanto, la madre toda poderosa consentía a otra hija. Córdoba podía hacerlo con simpleza y con varias líneas simultáneamente.
Sumado a esto, recordemos, que en los noventa fue la empresa brasilera Varig la constructora de un puente aéreo desde Fisherton con el mundo, mientras Aerolíneas, nada. Se fue Varig, y volvió el ostracismo. Pasó largo tiempo hasta que otra compañía extranjera, se preguntara ¿por qué no desde Rosario?
Y así la región recuperó un halo de libertad e independencia del colonialismo porteño. La alegría duró poco. La imperialista Reina del Plata no abandonará una joya, y otra vez el pié sobre la cabeza: usted rosario, santafesino, entrerriano, no puede ni debe volverse contra la metrópoli, el castigo le llegará repentinamente.
El colonialismo nacional expresa su disgusto y crea un sentimiento de culpa recostándose en la simbología. Siempre existen provincianos escuderos de la dependencia porteña y como Juan pueblo dice “no hay más porteño que provinciano convertido”.
Si de simbología se trata y hablar de independencia y soberanía es la onda, ¿por qué hasta el día de hoy, Aerolíneas Argentina nunca estableció los vuelos dispuestos por otras empresas? ¿Si es un problema económico, para qué agravarlo y admitan que se ponga en manos de quienes no ven o no tienen trabas en ese ámbito? ¿Por qué recién en el 2012 se habla, se enuncia en discursos la conectividad y no se exhibe plan alguno? ¿Porque no nos dejan en paz y permítannos construir nuestro futuro sin atenazarnos?
Rosarinos alcancemos nuestra independencia y soberanía sobre el interés del gran puerto. (Jackemate.com)