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Desde hace tiempo los medios nacionales se ocupan de la policía de la provincia de Santa Fe de una manera sorprendente. Llama la atención el tratamiento de los periódicos, en ese sentido, cuando la problemática revelada se presenta como una nube de borrascosa sospechas sobre varios distritos del país. Sin embargo no falta jornada donde la institución santafesina no se la mencione

¿Se justifica tanto interés en el tema? Sin impostura, la respuesta es sí. Los acontecimientos no son insignificantes como para ignorarlos, pero la reproducción constante brinda la viabilidad de pensar en algo más allá de la simple información periodística.

Así las cosas, las autoridades provinciales  tomaron en cuenta los hechos y por determinación  planificada o supremacía de las circunstancias resolvieron llevar a cabo algunas innovaciones sobre la institución policial

Días pasados,  el gobierno provincial   enunció el inicio de una  nueva – ¿y van?– reforma policial. Esta actitud ya vista, fue utilizada por el partido gobernante anterior ante los parecidos desaciertos. ¿Resultados?  

Por ignorancia o perspicacia es convencional el ejercicio de achacarle responsabilidad exclusiva a la policía cuando la delincuencia desarrolla sus “tareas con un dinamismo digno de elogio”.

Si nos creemos ciudadanos serios, para ahondar los hechos, es indispensable retroceder en el tiempo y no echar en saco roto las disparidades entre el pasado y el presente.

Cualquier autoridad en el día de hoy, se eriza  ideando el modo sociable de aplicar  la ley, espantada ante la reacción contraria del ciudadano que lo prive de los votos oportunos. La policía en consecuencia, tampoco sabe que hacer.

Ayer, los vigilantes con aciertos y deslices  establecían una barrera de contención contra los delincuentes. Pero este momento en nada se le parece, pues ante las variables políticas no logran asentar su norte.

En tiempos pasados, el poder político apuntalaba como herramienta  restrictiva del delito el desempeño  policial, pero la historia reciente pone en tela de juicio ese concepto y con justa razón.

Por lo tanto a sabiendas que la inseguridad tiene múltiples orígenes  es productivo reconocer que la respuesta debe ser dada con toda la estructura estatal  en tanto y en cuanto  actúe regularmente y esté libre de pecados.

Los vicios policiales son generados por sí  y una conjunción de gestos imprecisos emitidos por otros niveles, siendo  para crédulos dar cabida a la idea de renovar a una institución mientras las demás miran para otro lado conservando todas sus imperfecciones

Todo el Estado está agrietado. Al afirmar esto ¿estamos exculpando a la policía de sus deshonras y ruindades? Absolutamente no, pero refleja imprevisión e hipocresía transferirle toda la impudicia.

Que la policía  haya contraído tanto protagonismo,  no hace más que resaltar la  empobrecida y ajada labor de otras instituciones, pues de trabajar medianamente bien, la influencia policial debe se ínfima.

Y para reflejar  en cuanto desconcierto estamos, por un lado se reprocha  la ineficacia y corrupción de la agencia de seguridad y por otro se pide  la contratación de más policías. Es un país de locos.

Por todas las consideraciones, es redundante insistir en la franqueza política para construir un edificio sólido que sostenga el andamiaje indispensable para contrarrestar el delito, mediante la constitución familiar,  la justicia, la educación, apoyo a miembros de familias en riesgos, lucha contra la drogadicción, con las armas, urbanización de asentamientos humildes, etcétera, y todo eso no se logra únicamente con la policía.

Los cambios deben imprimirlo el Estado en sus tres ámbitos con hechos comprobables y no mera retórica. (Jackemate.com)

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