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Moisés para afirmar su fe inquebrantable en el Señor, tomó la decisión de ofrendar a su propio hijo, llevado al extremo, al abrir los ojos de las conductas de algunos padres hoy en día,  generan esa misma sensación, la de entregar a sabiendas a sus hijos a las más disímiles atrocidades. La determinación paterna de eliminar en sus niños la idea de ser padres cumplidores de su rol, los empujó a no poner topes en sus tiempos y pasar por alto las consecuencias, infelices para sí y para el prójimo.

Tal vez estás líneas representen una exageración, pero no existe columna más grande que las multiplicidad de acontecimientos en los se ven envueltos los adolescentes con el “canchero” apoyo del viejo.

Los jóvenes, en número apreciable, son víctimas de la desaprensión de los adultos, desinteresados en ofrecerles herramientas para enfrentar la difícil coyuntura que se les presenta a diario.

Las fiestas navideñas se avecinan. El año termina y expresar júbilo para muchos alocados adultos es concebirlo a través del uso de pirotecnia, armas de fuego con el valor agregado de una copiosa ingesta de alcohol y para cerrar el combo, conducir un auto, convirtiendo la noche en una verdadera sinrazón.

Abriremos una alocada ilación de desaciertos. Primero avalar la venta de esos artículos, luego su exposición en algunos espacios que no reúnen las exigencias inapelables para tal fin y acto seguido, el gozoso encanto de la compra por parte de adultos y menores, estos, alentados festivamente por sus mayores.

Llegada la noche claro, a veces las cosas se traducen de distinta forma a lo imaginado. El facilitarle torpemente dinero a un hijo para comprar cohetes y cañitas voladoras no nos convierte en padres “superados”, sino en únicos autores responsables de las lesiones en la humanidad del propio niño y cuanto pueda ocurrirles a otros.

Es decir, somos los ideólogos de la destrucción de nuestra prole.

Creer que nada puede pasar con el uso de un vil petardo o una insulsa estrellita es facilitar un viaje directo al pequeño víctima, al centro médico asistencial “más próximo a su domicilio”, y que mejor conducirlo con sus manitas destruidas o un ojo comprometido, total tiene dos, pareciera ser el pensamiento.

Disparos al aire, criminal en potencia

De ningún modo silenciaremos otra compostura desquiciada de los adultos. El uso canallesco   del arma de fuego. Prolongando el despropósito paterno, nos enfrentamos a esas eminencias siniestras. Poseedores de un arma de fuego, instalan en su desvarío la satisfacción de efectuar disparos al aire, sin afectarles el lugar donde se encuentran ni quienes lo rodean.

Magnánimos incompetentes, no comprenden que un proyectil en su caída tiene el mismo poder de destrucción cuán fuera disparado en forma directa a una persona.

Es decir señores padres, una bala disparada al espacio, reúne todas las condiciones para matar a una persona. ¿Está claro?

Resaltaba para concluir una noche peculiar, de cohetes, disparos al aire, y considerable alcohol, todo hecho en casa, el emprender otro enloquecimiento: nuestro padre, nuestro “amigo” entrega las llaves del auto para continuar la noche en un boliche.

El día después. Los medios luego de consultar con centros asistenciales y policía, realizan un balance de personas lesionadas o más grave, fallecidas como corolario de un accionar absurdo de los mayores.

Como se puede descubrir, los progenitores con los cinco sentidos entregan cada hijo al dios, pero estos casos, al de las tinieblas. (Jackemate.com)

 

Por Lic. Ricardo López

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