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Fiestas de Navidad y Año Nuevo. Estas fechas  tienen la rara particularidad  de desarrollar el desasosiego de un año entero. Hora de balance para todos. Usualmente los problemas se visibilizan más de lo acostumbrado. El país comienza a constituirse en un escenario de situaciones contradictorias, desafiantes. Da la impresión que la temperatura ambiente amparara  el nacimiento de dificultades

Ya  no son  piqueteros quienes prenden fuego a las cubiertas y se encapuchan los rostros para  sus reclamos. Equívocamente las fuerzas policiales adoptan igual metodología. Que descentrado todo. 

Los vigilantes,  últimos orejones del tarro del rango  policial, están en exactas condiciones que cualquier pobre residente en una villa de emergencia. Más aún, los vigilantes viven en  villas miserias.

En esos mismos asentamientos precarios o irregulares  cohabitan con todos los necesitados  y lo más esquizofrénico, con los mismos delincuentes que deben arrestar. Encantadoramente, son vecinos. Comparten el espacio del barrio.

Si no fuera apocalíptico, resultaría una comedia.  Considérese, todo un aquelarre.

Como resulta cómodo apreciar,  la política, suele construir su propio relato, su novela, su simulación. Cada ideología con el suyo, pero a veces el ímpetu de la realidad acostumbra destruirlos despiadadamente.

El poder, de cualquier mano, conduce a la policía para mantener el orden establecido porque tradicionalmente los desaguisados no le caen en gracia. La pelea entre dirigentes políticos se ha naturalizado y  la corrupción de las altas esferas, según se conoce, no es precisamente un paradigma digno a seguir.

La descomposición de los habitantes de la cima de la pirámide social es infecciosa y la lucha de clases se da con la misma institución policial. Al parecer todas las bajezas se revelarían en el rostro del  policía  y a él se le debe endilgar todo cuanto se pueda para después desgarrarnos las vestiduras.

Es como quien da limosna, presume que aportando el diezmo, puede acallar su conciencia. El policía se asemeja a una trabajadora sexual en la calle. Todos ven como se muestran.  ¿Todos son santos?  Ni por las tapas pero tampoco son mejores o más dignos   sus críticos.

El ciudadano policía,  guardián de las libertades ajenas, pero maniatado de defender las propias como cualquier otro, observa, examina, se entera.

Sus satisfacciones  pequeñísimas no son complacidas y coexiste en un sistema salvaje instigador al consumo descomunal. Él también está obligado a entrar en la rueda de gastos, pero el  planteo es ¿con qué?

El relato, el cuento, la novela, se convierte   en un virus devorador de voluntades.

Según Jackemate.com, el ministro de Seguridad de Santa Fe, recordó a los egresados del Instituto de Seguridad Publica (ISeP) que “van a ser policías de la provincia, van a tener un uniforme, un arma y un cargo. La conducta de un policía tiene que ser distinta, y no se admiten las faltas de disciplina, de ética, ni al deber de colaboración”.

Y en referencia al conflicto policial suscitado días atrás, señaló que “no puede haber policías sin disciplina. Estas –prosiguió- son faltas que pueden ser graves. Incorporarse a la fuerza pública es un acto de voluntad y ustedes tienen el deber de cumplir con su obligación ante el Estado y la provincia". Muy bien diez.

Canales de expresión

¿Pero que canales tiene la fuerza se seguridad para expresar y reparar sus dificultades y el Estado prever estas crisis?

En España, por ejemplo, tienen derecho a asistir al defensor del pueblo por sus problemas, mientras en nuestro país puede ir cualquier ciudadano menos el policía.

Entonces vale preguntarnos: ¿La Constitución, determina fehacientemente la prohibición de agremiarse, mientras todos los pobladores tienen derecho a hacerlo?

Un diputado declaraba a un medio nacional que la sindicalización militar y policial está avalada por la OIT (Organización Internacional del Trabajo) en su Convenio 187 de 1948 sobre libertad sindical; también por el Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de 1966 e incluso por la siempre citada Convención de Derechos Humanos de Costa Rica.

Ya en 1956 se creó en Alemania la Asociación de las Fuerzas Armadas y, casi paralelamente, el ombudsman, designado por el Parlamento para recibir cualquier tipo de denuncias e inspeccionar, sin previo aviso, cualquier unidad militar.

La DBWV (sus siglas en alemán) surgió bajo el principio del “ciudadano de uniforme”. En el resto de Europa existen 39 asociaciones nacionales de 26 países agrupados en EUROMIL, la Asociación Europea de Asociaciones Militares.

En el caso del sindicalismo policial, pueden enumerarse ciertos países unos “poquito” menos subdesarrollados que nosotros como Irlanda, Reino Unido, Alemania, Países Bajos, Islandia, Noruega, Dinamarca, Escocia, Bélgica, Finlandia, Suecia, Luxemburgo y Suiza.

Mucho más cerca, en Uruguay desde el 2005 se implementó la sindicalización y también existen sindicatos en Sudáfrica, Australia y Canadá.

Acaso en estas naciones,  sus fuerzas policiales ¿no abrevan de las mismas ideas que las sustentadas por la provincia? ¿No sería desatinado presuponer que los países europeos no perciban a la seguridad como un servicio público esencial, y sin embargo aceptan la sindicalización?

Descomposición salarial

El grado de descomposición salarial en los organismos es tan grande que en muchos casos son los mismos funcionarios los que, evitan  aumentarles el sueldo, estimulándolos  a completar sus ingresos con las famosas horas extras o adicional, sin descontar la existencia de tunantes uniformados  que lo harán de mala forma.

Por lo tanto, si nos imaginamos educados, desarrollados, ¿no es lógico articular  instrumentos a fin de arribar a acuerdos que habiliten contrarrestar los motivos orientados a generar escenarios extremos? En fin, huelgan las palabras. (Jackemate.com)

 

(*) Licenciado en Periodismo UNR

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