Es una gracia divina saber apreciar las perspectivas poco juiciosas de algunos constituyentes de la firma política en el tratamiento de un tema tan susceptible como la inseguridad. Y resultan tan poco sensatas que suena a impúdico
Veamos algunos espejos donde se reflejan las incoherencias. Refrescando la memoria, un día el mentado “maravilloso pueblo argentino” fue sorprendido por los elogios proferidos a los “magníficos y notables grupos de alentadores” que apuntalan, “desinteresadamente”, a distintos clubes del fútbol nacional, cuya virtud sobresaliente está dada en “alentar sin mirar el partido”.
Esa afirmación, difícil de digerir, implicó un verdadero escarnio para las víctimas de la violencia, cuyos autores son esos “ilustres ciudadanos encargados de alentar a los equipos de fútbol”, cuya ferocidad van demoliendo todo acto civilizado a sabiendas de ser reconocidos y respaldados por otros insensatos. Esto es sólo una muestra de cómo evalúan la conducta de los delincuentes sobre “Juan pueblo”.
¿Se acuerdan del refrán “dime con quién andas y te diré quiere eres”? Pues bien, adecuándolo al aplauso hacia esos “notables”, quedaría “dime a quien elogias y te diré que tipo eres”.
En líneas generales, todos los probables enfrascados en proteger a los ciudadanos manipularon la problemática con absoluta despreocupación, desatendiendo el incremento y la violencia del delito.
A fin de dar crédito de manera exclusiva a su propia valoración, a sus convenientes ideas, supieron cerrarse en la crisis económica, de identidad, de pertenencia, de exclusión como raíces de la germinación de jóvenes bandidos.
Maldijeron pautas económicas del sufrido ayer con justa razón, pero excitados como herederos de la verdad rebelada aseguraron que una mejoría en el bolsillo influiría en la visión de los más proclives a delinquir.
Nada de eso se cumplió. Si bien la economía salió a flote, al parecer ese cambio no llegó a oídos de los criminales.
Más aun, por la actitud tomada por los frágiles pensadores, los jóvenes pertenecientes a la clase más débil disfrutarían la rara tenacidad de querer seguir matando y muriendo con graciosa desenvoltura como si la vida se comprara en un kiosco de cada esquina.
Desde hace tiempo los estupefacientes estraga todos los ámbitos de la comunidad y al parecer ha surgido entre los socios de la corpo algunas desavenencias. Guerrean entre ellos sólo para ser registrado como autor del mejor proyecto contra los narcóticos, pero los resultados, vaya uno a saber.
¿Se hicieron procedimientos? si, ¿Se secuestró mercancías? Sí. Pero ¿con cuánta demora? ¿O acaso germinó en la última primavera?
Como referencia atrayente ante los acontecimientos en nuestra provincia en este rubro, el matutino local en la década de 1990, supo indicar en sus páginas las rutas por las cuales la transportaban desde el norte del país hasta Buenos Aires.
Entonces vale preguntarse ¿nadie se dio por enterado?
Innumerables criminales son sujetos necios de registrarse como elementos de la raza humana, tratando a sus víctimas como marionetas de sus deseos, negándolas como persona.
El martirio infligido a la víctima es incontable, pues de manera imprevista participó como actor protagónico en un acto indeseado de una obra impensada, agravándose el suplicio en los colectivos de mayor desprotección como niños, adolescentes, mujeres y ancianos.
Todo este tipo de actitudes permite concebir en la víctima inmensos deseos de revancha, del “ojo por ojo” apartando todo acto civilizado dando pie a la barbarie y de ello dan prueba cotidiana los periódicos del país.
Acaso los abonados a negocio político o al menos un sector de él, no logré advertir que tanto mártir como infractor, aunque parezca incongruente, no pueden esperar más porque la realidad los apabulla y todos, cada uno en su postura, declaman la necesidad de ser tenidos en cuenta.
Sin embargo los elementos de la corpo son inconmovibles, excepto por el poder, ese plus que los transforma en voraces caníbales del otro.
Ante las elecciones se desmerecen sin pudor, con dogmática frescura. Dicen tener principios, y muchos acuden a Marx, a Groucho Marx pues aplican a raja tabla sus dichos “estos son mis principios. Si no le gustan tengo otros”. (Jackemate.com)