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Examinando los últimos acontecimientos tocantes a este delito, debemos mostrarnos de acuerdo en no echar en saco roto la tarea de las agencias de seguridad y los medios de comunicación. Los organismos estatales y las empresas periodísticas comprendieron en su momento la gravedad del problema y cada uno contribuyó para brindar a la población huérfana ante una nueva modalidad delictual, una serie de herramientas cuya aplicación permitiría neutralizar el mecanismo de la estafa.

Desarrollando la mayor empatía posible con los danificados, admitiendo la conmoción, el desasosiego generado en el espíritu de toda persona a quien telefónicamente se lo anoticia sobre la suerte corrida por un familiar cercano, debemos encaminarnos a multiplicar los recursos para contrarrestar al maleante.

La vida argentina se ha modificado mal que nos pese. La realidad indica que cada ciudadano debe librar una dura porfía si pretende restablecer de alguna manera cierto dejo de armonía y superar un presente plagado de sinsabores no deseados.

Es por ello indispensable reiterar algunos conceptos, cuya permanencia en nuestro accionar corriente nos librará de caer en la trampa.   

La metodología no es nueva. Se apoya en un llamado telefónico a una casa o a un teléfono celular describiéndose el interlocutor como policía o médico. En la oportunidad anuncia el probable accidente de un familiar cercano, un hijo, el esposo o esposa, todo de manera confusa, impulsando en el receptor el deseo de brindar la mayor cantidad de datos posibles para esclarecer el tema.

A continuación, ya con las referencias de identidad en su poder, el “policía o médico” revela sus verdaderas intenciones e indica, que el familiar  señalado se encuentra secuestrado ordenando que no corte la comunicación bajo la amenaza de matar al imaginario pariente privado de su libertad.

Seguidamente exige la entrega de dinero como así otras cosas que puedan existir en la vivienda.

En tiempos pasados, los autores de estos hechos eran presos, si leyó bien, “ciudadanos legalmente detenidos por cometer delitos”, quien utilizando los teléfonos públicos de los pabellones sabían pedir como rescate que la víctima compre tarjetas de pulsos telefónicos y brinde los códigos, que ellos comercializaban dentro de la cárcel para comunicarse con familiares y profesionales del derecho.

Entonces  debemos subrayar que de modo inconciente, la mayoría de la información sobre el parentesco y el nombre del supuesto damnificado es proporcionado por quien está siendo extorsionado, en su temor por la suerte que pueda estar corriendo esa persona ausente de su casa.

Consejos útiles

Ø       1.- Ante lo puntualizado, corte lisa y llanamente la llamada. La policía requerirá ante la ocurrencia de un accidente, la presencia de un familiar mediante una citación o constitución de un móvil debidamente identificado.

Ø       2.- No tome comunicaciones de llamadas de cobro revertido, si carece de amigos o familiares proclives a efectuarlas y menos aun si comunicación entrante proviene de una unidad carcelaria.

Ø       3.- No facilite por teléfono nombres, direcciones, ni información sobre el grupo familiar. Por lo general los secuestradores virtuales dicen haber capturado a "un familiar", sin precisar la identidad.

Ø       4.- Rastree al pariente que supuestamente está "secuestrado" utilizando todos los medios tecnológicos al alcance de su mano.

Ø        5.- Radique la denuncia policial correspondiente.  (Jackemate.com) 

Por Lic. Ricardo López

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