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El Papa emérito Benedicto XVI confesó a unos amigos con los que conversa regularmente, pese a su voto de silencio, que su dimisión al frente de la Iglesia Católica Apostólica Romana fue por una revelación divina. Según la revista brasileña Zenit, y que reproduce el madrileño diario ‘El País’, Ratzinger afirmó que no se trató de una “visión” celeste, sino simplemente –explicó- “Dios me lo dijo”

De acuerdo con una explicación, Dios habría colocado en el corazón del Papa dimisionario una “voluntad absoluta” de dimitir de su cargo.

Benedicto XVI aprovechó también para elogiar el carisma de su sucesor argentino Francisco y se dijo satisfecho con “las maravillas que el Espíritu Santo está haciendo con él".

Mejor, sin embargo, que Francisco se siga creyendo que fueron los “lobos” quienes le obligaron a dimitir, porque “sería grave si lo olvidara”, precisa la publicación.

Difícil saber la impresión que esas confidencias habrá podido hacer en el Papa verdadero. Aun respetando la experiencia mística revelada por Benedicto XVI, lo mejor sería que el papa Francisco siguiera creyendo la primera versión de la renuncia.

También dice que Francisco conoce mejor que nadie, por haber sido el único depositario del documento que contenía todos los escándalos del Vaticano que el Papa dimisionario no quiso entregar ni a los cardenales antes del cónclave.

Fueron esos documentos, esos escándalos de la Curia y del Banco Vaticano donde se había incrustado hasta la mafia italiana, el verdadero motivo que llevó a Benedicto XVI a renunciar al papado, algo inédito desde hace más de mil años.

A eso, hay que agregarle las amenazas de muerte que había recibido y que fueron reveladas por un cardenal italiano, según precisa la información del periódico madrileño, y agrega que fue el diario del Vaticano, L’ Osservatore Romano el que llegó a hablar de “lobos” infiltrados en la curia contra Ratzinger al que consideraba aún poco conservador ya que el papado lo había ablandado en algunos temas.

Mejor que Francisco se quede con la primera versión de las verdaderas razones que llevaron a Benedicto XVI a una renuncia que fue hasta criticada por el actual cardenal y arzobispo de Cracovia, ex secretario de Juan Pablo II, Stanislaw Dziwissz, que le recordó al papa que “de la cruz no se baja”. Ratzinger prefirió bajar del madero o le obligaron a bajar, no lo sabemos.

Francisco sabe muy bien que fueron los cardenales de la periferia pobre de la Iglesia y no los del centro curial y romano, quienes lo escogieron como papa para que intentara acabar con los “lobos” anidados en el seno del poder del Vaticano y de la misma Iglesia. No puede, pues, Francisco olvidarse, que sin haberse descubierto que existían aquellos lobos, no hubiese llegado a la sede de Pedro.

Se tratara o no al mismo tiempo de una iluminación mística, los verdaderos e iniciales motivos que llevaron a Ratzinger a tirar la toalla fueron las intrigas curiales que lo estaban asfixiando y que habían quebrado hasta su propia salud.

Francisco tiene que empezar ahuyentando a esos lobos. Jesús en el evangelio habla de los lobos “disfrazados de piel de oveja”. Los que Francisco tendrá que tratar de alejar y combatir son de varias especies: los lobos, lobos, como las mafias financieras; los labos disfrazados de deseos de reformar a la Iglesia pero para que todo quede igual, en la linea del Gattopardo de Lampedusa.

Tendrá que lidiar también con los lobos convertidos a él, ahora que ostenta el poder, pero que lo siguen siendo dentro de ellos a la espera de poder volver a morder.

Francisco necesita a su lado, si quiere regenerar a la Iglesia, de los no-lobos, de los que tengan el coraje de no negarle la verdad, de disentir de él. Los sinceros de corazón. Sí, mejor que Franisco no se crea que lo de los lobos es una fábula de niños. No lo es.

Se trata de una realidad triste y peligrosa a la vez. Conseguir hacer huir a los lobos de la selva vaticana será el gran reto de un papa que les ha alertado a obispos y cardenales sobre el peligro de seguir cultivando la "psicología de príncipes", mientras la Iglesia se desangra, alejada de la vida de las gentes, escandalizadas con la conducta de muchos de sus príncipes. Y de sus proverbiales intrigas de palacio. (Jackemate.com)

 

Fuente: Sitio digital de ‘El País’ de Madrid

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