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Tienen apenas entre 14 y 17 años, empuñan fusiles AK47 rusos para enfrentar al Ejército del presidente sirio Bashar Al Asad, pero sueñan que algún día podrán volver a jugar al fútbol y hasta cruzar pases con Lio Messi o el catalán Iniesta, ambos del Barcelona. Se los conoce como los ‘chicos de la guerra’ y pagan con sus vidas las locuras bélicas de los mayores

Samir Qutaini sigue soñando con ser futbolista, pero hoy día, a sus 17 años y lejos de su sueño y de los estudios, empuña este fusil de asalto para luchar junto con los rebeldes de Alepo, norte Siria, contra el régimen dictatorial de Bashar al Asad.

“¿Sabes qué es lo único que echo de menos del colegio? Jugar al fútbol con mis amigos en los recreos”, dice Qutaini, que dejó la escuela para trabajar en el negocio de telefonía móvil de su padre.

“Yo jugaba de delantero centro y la verdad es que era bastante bueno metiendo goles. Mi sueño era jugar junto a Messi e Iniesta”, comenta Samir antes de guardar un triste silencio.

El muchacho coloca las manos delante de una estufa sobre la que borbotea una tetera y se mantiene en silencio hasta el momento de sentir una fuerte explosión muy cercana.

“He venido a luchar por mi pueblo; y estoy listo para convertirme en un shaheed (mártir, en árabe)”, comenta con una media sonrisa en los labios.

“No quiero ni recuperar el Al Andalus ni matar a todos los infieles. Sólo quiero que Bashar se vaya y deje de matar a mi pueblo”, dice Samir, que no quiere que lo asimilen a Al Qaida.

Desde hace cinco meses desde, Qutaini combate en filas del Ejército Sirio Libre (ESL) en las ruinas de uno de los barrios más castigados de Alepo.

Junto a él se encuentra Abdel Jader Zeidan (15 años), el soldado más joven de la Kativa (brigada), que dejó hace meses a su familia y extraña a sus cuatro hermanos menores.

“El día que dije en casa que me marchaba a luchar con el ESL, mis padres se pusieron a llorar. Hablo con ellos una vez por semana para que sepan que estoy bien”, afirma este niño soldado, oriundo de la ciudad de Idlib.

“Pues mis padres se sienten muy orgullosos de que yo esté aquí luchando por mi país. Mi padre es soldado del ESL en la provincia de Idlib y fue él el que me animó a alistarme y que viniese a luchar aquí”, comenta por su lado Mohammad Orobi (16 años).

Abdel Jader Zeidan lleva la cabeza cubierta con un pañuelo rojo ajedrezado.

“Cerraron mi escuela. Así que todos los días veía por televisión cómo el ejército mataba a gente inocente y no quería quedarme en casa esperando a que nos matasen a nosotros también”, dice.

“Que mi edad no te engañe. Llevo más de cinco meses combatiendo y he matado a varios soldados del régimen”, agrega.

Mahmut Basar (18 años) es el mayor del grupo y el de mayor rango.

“El ESL me dio instrucción militar en Daret Esah (Idlib) durante un mes. Allí me enseñaron tácticas de combate y a utilizar el AK. Yo nunca había utilizado un arma en mi vida”, comenta.

"Quiero volver al colegio y después a la Universidad"

“Cuando se acabe la guerra quiero volver al colegio y después ir a la universidad. Me gustaría estudiar medicina o enfermería. Algo con lo que pueda ser útil a la sociedad”, comenta.

Mohamad Orobi (16 años), el más callado de los cuatro, se entretiene jugando con un tanque de juguete.

“Me lo encontré en una casa en la que nos quedamos varias noches a dormir en el barrio de Salahadine. Es mi amuleto y va a todos lados conmigo”, afirma este antiguo electricista de Binish (provincia de Idlib) hace cinco meses.

“Quería vengar la muerte de dos de mis primos que murieron en el barrio de Amariya (Alepo)”, comenta este combatiente que, a pesar de su juventud, ya puede presumir de una herida.

“Puede que ese fuese el peor día de mi vida, pero ni aun así le tengo miedo a la muerte”, dice.

“La guerra no está tan mal. Muere gente y eso, pero al final es muy parecido a un videojuego”, apunta Samir, fan del Call of Duty, comenta.

“Soy realmente bueno, sobre todo en modo ‘sniper’ (francotirador)”, señala mientras muestra un rifle con mira telescópica.

“Cada soldado que matamos es una vida que salvamos. No me siento orgulloso de haberlos matado, lo siento mucho por sus familias porque son sirios como nosotros, pero esto es una guerra”, dice Abdel.

Samir, con tres muertos y cinco heridos en su cuenta personal, discrepa bastante de la opinión de su amigo. “Yo estoy bien conmigo mismo, eran ellos o yo. Así que mejor ellos. A ellos no les tembló el pulso cuando mataron a mi tío“, finaliza.

Mahmut, el mayor, prefiere no hablar mucho de la guerra ni de los soldados que pueda haber matado.

“No sé si he matado o no. Tampoco me interesa. Yo sé que disparo y me disparan. Alá guía las balas”, afirma agachando su cabeza avergonzado.

“Está bien matar a los soldados del régimen porque ellos han masacrado a civiles inocentes, especialmente a los niños”, apunta por su lado Mohamad, que olvida que él apenas tiene 16 años.

En algún momento fueron los Kmer Rouge de Camboya los llamados ‘chicos de la guerra’, luego reaparecieron en la guerra iraco-iraní, y después se se reiteraron su presencia en Libia, Egipto y ahora en Siria. (Jackemate.com)

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