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El llamado Estado Islámico (ISI en inglés) no ha perdido su fortaleza de combate, sino que, por el contrario, mantiene su potencial bélico, a pesar de que la coalición de países occidentales liderada por Estados Unidos haya ya gastado miles de millones de dólares en sus acciones punitivas y de matar a más de 10.000 "extremistas". Por ello, este grupo musulmán "no es más débil que hace un año", según concluyen agencias de inteligencia estadounidenses

La campaña militar ha evitado la caída de Irak y pone cada vez más presión sobre el grupo en el norte de Siria, especialmente en Raqqa, la "capital" de su autoproclamado "Califato" de extracción sunnita.

Pero los analistas de inteligencia consideran que la situación en su conjunto sufre un estancamiento estratégico porque el Estado Islámico sigue siendo un “ejército extremista bien financiado capaz de reponer sus filas con yihadistas extranjeros tan rápido como Estados Unidos los elimina”.

Además, el grupo se ha expandido a otros países, como Libia, la península egipcia del Sinaí y Afganistán, en este último los talibanes mantienen su guerra contra Occidente y, tras la muerte de su líder, el mullah Ommar, ya han elegido sucesor.

Las evaluaciones realizadas por la CIA, la Agencia de Inteligencia de Defensa y otros organismos parecen contradecir la línea optimista adoptada por el enviado especial del gobierno de Barack Obama, John Allen.

El general retirado dijo en un foro en Aspen, Colorado, la semana pasada que "el Estado Islámico  está perdiendo» en Irak y Siria, y esos análisis provienen de funcionarios que pidieron no ser identificados por no estar autorizados a hablar del tema.

"No hemos visto ninguna degradación significativa en sus números», dijo un funcionario de Defensa citando estimaciones de inteligencia que suponen que la milicia radical tiene entre 20.000 y 30.000 efectivos, la misma cifra que cuando comenzaron los ataques aéreos en agosto de 2014.

El poder que sigue manteniendo el Estado Islámico plantea también dudas sobre el enfoque de Washington hacia la amenaza que representa el grupo para Estados Unidos y sus aliados.

Aunque las autoridades no creen que estén planeando ataques complejos en Occidente desde su territorio, la llamada del grupo a musulmanes occidentales para que maten en sus países se ha convertido en un problema grave, sostienen el director del FBI, James Comey, y otros funcionarios.

Sin embargo, con el planteo del gobierno de Obama, que prohíbe que soldados estadounidenses acompañen a combatientes en el frente o dirijan ataques aéreos desde el terreno, expulsar a los radicales de sus bastiones podría tomar una década, según los analistas.

Washington está convencido de que no desplegará soldados en la zona de combate a pesar de las peticiones de algunos en el Congreso para hacerlo.

La coalición liderada por Estados Unidos y sus aliados sirios y kurdos sobre el terreno ha logrado algunos avances. En los primeros seis meses de 2015, EI perdió un 9,4 por ciento del territorio que había conquistado, según un análisis de IHS, un grupo que monitorea el conflicto.

La campaña militar sirvió para terminar con el sentimiento de invencibilidad de que gozaba el grupo terrorista tras el impresionante avance de la milicia radical el año pasado.

"En Raqqa están siendo estrangulados lentamente», dijo un activista que huyó de la ciudad a principios de año y habló bajo condición de anonimato para proteger a sus familiares y amigos que siguen allí. "Ya no existe el sentimiento de que Raqqa es un refugio seguro para el grupo». (Jackemate.com)

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