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Por Mabel Martínez (*)

Estamos atravesando el momento más álgido de la Pandemia en nuestra ciudad. Debemos concientizarnos de que aún faltan meses para superar esta crisis. Los especialistas, y hasta los matemáticos, sacan porcentajes, números imposibles de imaginar, y proponen fechas lejanas. Con ello crean más incertidumbre en los sufrientes ciudadanos que, no obstante, están esperanzados en una solución.

Resulta imprescindible que aceptemos las normas sanitarias y hasta los DNU que nos han impuesto. Tenemos que comprender que, por estos días, no podemos socializar como quisiéramos.

Una condición fundamental en los seres humanos es la socialización y esta necesidad que sentimos ahora debemos evitarla. Somos demasiado afectivos y amigueros. ¿Cómo podemos inculcarle a los más jóvenes, principal segmento etario de la comunidad que ahora es imposible?

El virus está allí esperando a su víctima y no repara ni en edad ni en género. Aunque pareciera que el virus ha elegido a esa franja de jóvenes transformándola en la más contagiadora.

La responsabilidad civil es un axioma, por lo tanto, un principio, una verdad que no admite discusión. Los protocolos existen para cumplirse. El que no lo hace o es un incrédulo o ignora el riesgo que corre, cuando hay tantas pruebas de su existencia. Por ello, propongo que aquellos que niegan la enfermedad cuiden a los enfermos del virus supuestamente “ficticio». Esta experiencia que estamos viviendo debería resultar en un aprendizaje: la solidaridad es la base de una sociedad.

Al respecto, recordemos los versos tan conocidos y declamados, aunque tan pocas veces llevados a la práctica: “Los hermanos sean unidos/porque esa es la ley primera/Tengan unión verdadera/En cualquier tiempo que sea/porque si entre ellos se pelean/los devoran los de afuera” (José Hernández, Martín Fierro)

Nos han infundido (y algunos no entendieron) que el otro es una persona que debe cuidarse para cuidarnos. Por ello, no puede caer en incorrecciones y tener conductas egocéntricas desatendiendo y no apreciando a los demás, especialmente a los adultos mayores.

La normativa vigente es clara y obligatoria. El que no la respeta es un inadaptado social y un indiferente hacia su prójimo y su familia.

Por estos días, debemos aunar esfuerzos intensamente para evitar el contagio de la Covid-19 y su propagación. Por ahora tenemos ciertas restricciones que resultan difíciles de asimilar pero debemos considerarlas para evitar el retroceso en las fases.  Preservarnos y preservar a cada uno eludirá muchas circunstancias dolorosas.

Los que están en el frente de batalla, el personal de la salud, luchan a destajo. No nos olvidamos de que son personas expuestas, en muchos casos segregadas, trabajando muchas horas, a veces sin relevos tanto médicos como enfermeras a riesgo de contagio.

En ocasiones, sin los elementos fundamentales como insumos, vestimenta, etc. Héroes anónimos sin reconocimiento. Serán potenciales salvadores de muchos de los que hoy se rehúsan a acatar los decretos.

El mensaje de esta nota está dirigido a todos los habitantes de la comunidad de Rosario que deben asumir su responsabilidad social considerada como el instrumento primordial para una defensa común. Basta de contagios. No a la circulación del virus.

Todos los que valoramos al otro, sea quien sea, debemos protegerlo sólo porque es nuestro semejante. Hoy como nunca nos comprometemos a manifestar nuestro sentido humanitario y a evidenciar el amor por la vida.

Seamos optimistas y aunemos los esfuerzos para salvarnos. Esta frase de Khalil Gibrán expone la esperanza que tenemos que ofrecer y ofrecernos: “Por muy larga que sea la tormenta, el sol siempre vuelve a brillar entre las nubes.” (Jackemate.com)

 

(*) Licenciada y Profesora en Letras – mabelmartinez13@live.com

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