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Hace medio siglo, los astronautas del proyecto Apolo dejaron sismógrafos de corta vida en la superficie lunar. Descubrieron que la Luna estaba viva y activa. Algunos tremores que ocurrían en lugares profundos por debajo de la superficie probablemente eran causados por la atracción gravitacional de la Tierra. Otros eran vibraciones causadas por el impacto de meteoritos. Y otros eran el resultado de la expansión de la superficie congelada de la Luna cada dos semanas cuando el sol se elevaba

También había lunamotos —movimientos sísmicos lunares— superficiales, registrados a tan solo unos kilómetros de la superficie. A diferencia de otras categorías de sismos, estas convulsiones no podían ser explicadas de manera satisfactoria.

Sin embargo, un estudio publicado el 13 de mayo en Nature Geoscience indica que fueron generados a través de una miríada de fallas jóvenes por una combinación de calor interno que escapa y la atracción grativacional de la Tierra.

El descubrimiento sugiere que la Luna todavía está tectónicamente activa y presenta la posibilidad de que futuras bases lunares puedan ser vulnerables a los terremotos superficiales en la Luna. También genera cuestionamientos sobre la evolución de la Luna.

La Luna, que probablemente nació a partir de un impacto violento ocurrido hace cuatro mil millones de años, tiene tan solo un cuarto del radio de la Tierra. Su tamaño diminuto llevó a la creencia de que cualquier calor interno debió haber escapado al espacio hace muchos años.

Como resultado, el motor de la mayoría de la actividad geológica principal debió haberse apagado. Sin embargo, esta nueva evidencia indica que todavía no concluye.

Thomas Watters, un geocientífico planetario en el Museo Nacional del Aire y el Espacio del Instituto Smithsoniano y autor principal del estudio, dijo que el hallazgo “se burla de la sabiduría convencional de cómo los cuerpos rocosos se enfrían”.

La idea para el estudio ocurrió en 2010, cuando el Lunar Reconnaissance Orbiter de la NASA encontró evidencia de fallas jóvenes, de no más de cincuenta millones de años, en la Luna. Watters y sus colegas se preguntaron si esas fallas todavía podrían estar activas.

Entre 1969 y 1977, los sismógrafos en los lugares de alunizaje de cuatro misiones Apolo registraron veintiocho terremotos superficiales.

Sin embargo, en parte porque los instrumentos no fueron colocados en los lugares ideales, el método usado para determinar las ubicaciones de los lunamotos estaba lleno de incertidumbre.

Con la ayuda de un algoritmo diseñado especialmente para ello llamado LOCSMITH, el equipo de Watters usó esa incertidumbre para determinar de manera más precisa donde se originaban los movimientos sísmicos.

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Descubrieron que varios terremotos superficiales en la Luna ocurrieron cerca de los lugares de la falla joven detectada por el orbitador de la NASA.

El equipo también simuló las sacudidas en la superficie causadas por esos sismos, y descubrieron que la sacudida fuerte se extendía hasta más de 30 kilómetros desde las fallas.

Ocho de los epicentros de los terremotos en la Luna se encontraban dentro de este rango de distancia, lo cual indica que los movimientos sísmicos fueron creados por las fallas jóvenes.

Estas fallas pertenecen a una categoría conocida como fallas de cabalgamiento, en las cuales un bloque geológico se desliza hacia arriba en contra de la gravedad cuando la región circundante es aplastada.

Las fallas de cabalgamiento de la Luna son una señal de que el satélite entero se está contrayendo a medida que pierde calor interno, se enfría y se encoge; Mercurio atraviesa un proceso similar.

No obstante, si solo la contracción estuviera actuando, el patrón de fallas de cabalgamiento y los terremotos superficiales en la Luna se distribuirían de manera aleatoria.

Los modelos matemáticos del equipo revelaron que la atracción gravitacional de la Tierra está ayudando a enfocar esta contracción global y hacerla menos aleatoria: en tiempos diferentes durante la órbita lunar, el deslizamiento de fallas ocurre en partes específicas de la superficie lunar.

El equipo analizó las posiciones de la Luna y la Tierra desde 1969 hasta 1977 y descubrió que las ubicaciones de las fallas que posiblemente eran responsables por los lunamotos superficiales cobran sentido si la causa era una combinación de contracción relacionada con el enfriamiento y la atracción de las mareas terrestres.

El modelo es respaldado por lo que parecen ser reacomodos recientes de la superficie de rocas cercanas a estas fallas.

Esta evidencia indica que la Luna está “técnicamente activa”, concluyó el estudio.

En la Tierra, la palabra tectónica se ha asociado con múltiples placas tectónicas. Sin embargo, la tectónica se refiere a procesos a gran escala —incluidos aquellos que facilitan la pérdida de calor— que influyen la evolución de estructura, dijo Ken Hudnut, un geofísico del Servicio Geológico de Estados Unidos que no estuvo involucrado con el estudio.

Aunque la Luna no tiene placas tectónicas, dijo, el uso del equipo de la frase “tectónicamente activa” es sólida y está respaldada por evidencia convincente.

La Tierra todavía expulsa mucho calor interno al espacio, lo cual se ve en la superficie como erupciones volcánicas e intensos terremotos, pero en la Luna no se manifiestan. “Tal vez podemos aprender algo sobre el futuro estado de la Tierra a partir del estado actual de la Luna”, dijo Hudnut.

Anna Horleston, una sismóloga planetaria e integrante de la misión InSight a Marte —que recientemente detectó su primer sismo— dijo que los datos del estudio lucen sólidos, pero “sería asombroso poner más sismógrafos en la Luna y probar esto de adecuadamente”. (NYT/Jackemate.com)

                                    

 

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