En uno de los numerosos debates organizados por la Oxford Union Society, el físico teórico Stepehen Hawking hizo hincapié en que “sólo nos quedan 600 años en la Tierra”. En el final de esa disertación alentó a los asistentes a recordar que deben mirar las estrellas. “Intenten darle sentido a lo que ven y preocúpense por saber qué hacer para que el Universo siga existiendo junto con nosotros”, dijo Hawking.
Sus apreciaciones, más que conducentes, se formularon en un tiempo espacial terrestre en que las naves más longevas de nuestra humanidad, las Voyager 1 y 2, alcanzaron 40 años y meses de navegación y exploración interestelar en la búsqueda de la frontera final.
Las Voyager –vale recordarlo-, llevan un disco dorado de los sonidos, imágenes y mensajes terrenos, dado que las naves podrían perdurar miles de millones de años, y podrían, algún día del futuro, ser las únicas huellas de la civilización humana si no logramos escapar de nuestro planeta cuando se cumplan 365.000 días.
Las Voyager 1 y 2 nos permitieron conocer maravillas desconocidas del universo y nos han incitado a continuar explorando nuestro sistema solar y trasponer su frontera espacial.
La Voyager 1 fue lanzada el 5 de setiembre de 1977 y la 2 el 20 de agosto de ese mismo año. Esta última es la única nave que sobrevoló los cuatro planetas exteriores –Júpiter, Saturno, Urano y Neptuno-, y permitió descubrir los primeros volcanes activos más allá de la nuestra casa en la orbe, en la luna de Júpiter Io, así como evidencias de un océano subterráneo en la luna de Júpiter Europa, a lo que debe agregar la atmósfera más parecida a la Tierra en el sistema solar, en la luna Titán de Saturno; la luna helada Miranda, en Urno y géiseres fríos en la luna Tritón de Neptuno.
De manera diaria las sondas envían observaciones sobre la disminución de la influencia solar, en un tiempo en que la Voyager 1, a más de 21.000 millones de kilómetros de la Tierra, viaja a través del espacio interestelar hacia el norte, fuera del plano de los planetas.
Todo esto a pesar de que le restan, a las dos sondas más de 40.000 años para acercarse a una estrella.
Vale apuntar que la Voyager 1 nos hizo saber que los rayos cósmicos, núcleos atómicos acelerados a casi la velocidad de la luz, son cuatro veces más abundantes en el espacio interestelar que en las proximidades de la Tierra.
Esto significa que la heliosfera, el volumen burbujeante que contiene los planetas de nuestro sistema solar y el viento solar, actúa efectivamente como un escudo de radiación para los planetas. Voyager 1 también sugirió que el campo magnético del medio interestelar local se envuelve alrededor de la heliosfera.
Hacia otro rumbo inconmensurable
La Voyager 2, ahora a casi 18.000 millones de kilómetros de la Tierra, viaja hacia el sur y se espera que entre en el espacio interestelar en los próximos años
Las diferentes ubicaciones de las dos naves permiten a los científicos comparar ahora dos regiones del espacio donde la heliosfera interactúa con el medio interestelar circundante, usando instrumentos que miden partículas cargadas, campos magnéticos, ondas de radio de baja frecuencia y plasma de viento solar.
Una vez que Voyager 2 cruce en el medio interestelar, también será capaz de muestrear el medio de dos lugares diferentes simultáneamente.
El científico jefe de estos viajes pioneros, Ed Stone, aseguró desde su despacho en Pasadena, California, que “lo más importante lo conoceremos seguramente en el próximo quinqueño cuando sea probable que encontremos algo que no habíamos que estaba allí para ser descubierto”.
Cada Voyager tiene tres generadores termoeléctricos de radioisótopos, dispositivos que usan la energía calorífica generada por la desintegración del plutonio-238, y sólo la mitad de ella desaparecerá después de 88 años.
Los científicos saben que el espacio está casi vacío, por lo que no están en un nivel significativo de riesgo de bombardeo por objetos grandes. Sin embargo, el espacio espacial interestelar de la Voyager 1 no es un vacío completo.
Está lleno de nubes de material diluido que quedan de estrellas que explotaron como supernovas hace millones de años.
Este material no representa un peligro para la nave espacial, pero es una parte clave del ambiente que la misión Voyager está ayudando a los científicos a estudiar.
La energía de las Voyager disminuye en cuatro vatios al año. En razón de esta circunstancia los ingenieros están aprendiendo cómo operarlas bajo restricciones de potencia cada vez más estrictas.
Y para maximizar la vida útil, también tienen que consultar documentos escritos hace cuatro decenios que describen comandos y software, además de la experiencia de los ex ingenieros de las Voyager.
Esto hace que sea necesario alguien con experiencia de diseño de los años 1970 para entender cómo funciona la nave espacial y qué actualizaciones se pueden hacer para que puedan seguir operando hoy y en el futuro", dijo Suzanne Dodd, del Laboratorio de Propulsión a Chorro de la NASA en Pasadena.
El último que apague la luz
El último científico que componga el equipo Voyager deberá apagar el último instrumento científico para el año 2030.
Sin embargo, incluso después de que la nave espacial se mantenga en silencio, continuarán en sus trayectorias a su velocidad actual de más de 48.280 kilómetros por hora, completando una órbita dentro de la Vía Láctea cada 225 millones de año.
Mientras todo esto ocurre, los científicos argentinos están a la espera de los datos obtenidos, resultantes de la observación de la ocultación estelar del asteroide MU69, observada el 3 de junio pasado en Mendoza.
Los científicos se trasladaron para observar la ocultación estelar del asteroide MU69, que pasó enfrente de una estrella y la sombra se desplegó por el lapso de dos segundos, por dicha provincia argentina, la Pampa y llegó hasta Sudáfrica.
La indagación buscaba determinar si MU 69 tiene anillos, su tamaño, morfología, si posee lunas o no y la reflexión de su superficie, lo cual aportará datos cruciales para asegurar el éxito de la misión que se aproximará al asteroide en enero de 2019. Se estima que las observaciones son críticas.
Un misterioso objeto espacial
Paralelamente, desde marzo de 2012, el CFBDSIR 2149-0403 desvela a los científicos que no logran determinar su clasificación. Un nuevo estudio arrojó aún más incertidumbre. ¿Planeta aislado, enana marrón o combinación de ambas?
Su nombre implica un jeroglífico ininteligible: CFBDSIR J214947.2-040308.9, aunque ya hay otra versión más acotada: CFBDSIR 2149.
Al principio se creyó que formaba parte de un grupo de 30 estrellas conocidas como AB Doradus, existente a 65 años luz de la Tierra.
El equipo de astrónomos dirigido por Philippe Delorme, de la Universidad de Grenoble, en Francia, asegura en un artículo científico: “Nuestros resultados muestran que es improbable que sea un miembro del grupo AB Doradus”.
Desde un instrumento especializado chileno (VLT)se determinó que se encuentra aislado, a 178 años luz de la Tierra y se presupone que es un planeta flotante con entre 2 y 13 veces la masa de Júpiter, siendo su antigüedad no mayor a 500 millones de años.
Otra hipótesis que manejan los especialistas es que se trata de una enana marrón, esto es una estrella fallida incapaz de brillar, con 2 a 3 mil millones de años de antigüedad y una masa superior a 40 veces la de Júpiter.
El que nos ocupa “es un objeto subestelar atípico, que podría ser un planeta solitario o un raro tipo de enana marrón. O bien una combinación de las dos cosas”, afirma Delorme, el líder de la investigación. (Jackemate.com)
(*) Licenciado en Periodismo – rimar9900@hotmail.com