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Por Carlos del Frade (*)

Al lado mío en el palco estaba el gobernador y el intendente de la ciudad y había dos fiscales en la cancha viendo el partido. No ejerzo de político, intendente, ministro de seguridad o policía. Ellos tienen que saber cuándo entró la bandera. Sí puedo decir que estuvo cuando la sacaron del estadio pero había ido a ver el estado del campo de juego…en esta ciudad hay dos o tres muertos por día.

¿O ustedes me pagan los gastos de mi velorio? – dijo el presidente de Ñuls, Ignacio Astore en relación con la bandera que desplegó la banda narco-policial de “Los Monos”, verdadera dueña de la popular rojinegra y también de la cancha y alrededores especialmente durante los días de partido.

La imagen de Astore viendo cómo sacaban la monumental bandera sintetiza la actitud de gran parte de la dirigencia política de la ciudad y la provincia, no solamente en la cancha chica del fútbol sino en la cancha grande de la realidad.

Testigos de lo que hacen y deshacen los verdaderos dueños de los espacios dentro y fuera de los estadios. Zonas liberadas que luego terminan siendo territorios gobernados de facto por estas bandas que a veces posan de barrabravas.

Hay algo que Astore dice en su pregunta al periodismo cuando demanda si le pagarán el velorio. Admite que la barra o la banda narco-policial estaba desde antes que la masa societaria lo ungiera presidente. Lo mismo ocurre en la cancha de Central con la banda del “Pillín” Bracamonte con la diferencia no menor de que está hace treinta años.

En realidad en los clubes rosarinos las comisiones directivas cogobiernan con las barras y bandas narco-policiales. Una síntesis que si se traslada a los barrios de la ciudad la conclusión tiene un gusto amargo, demasiado amargo.

La investigación que se inició sobre la presencia de la bandera como un hecho de intimidación pública puede derivar en algunas detenciones pero lo cierto es que descubrir lo que sucede en las tribunas es la punta de un iceberg mucho más profundo.

Desde los años noventa en adelante, los clubes rosarinos fueron plataformas que sirvieron para fugar y lavar millones de dólares a través de la siempre múltiple contabilidad que ofrece el negocio del fútbol en el que rige la recordada clave aportada por Julio Grondona cuando sostuvo que nunca se pregunta por el origen del dinero.

La bandera de Los Monos mostró la autoridad que tiene la banda sobre territorios populares y resultó una verdadera provocación a todas las instituciones.

Pero desde la segunda mitad del año 2022 en adelante, la venta de dos jugadores de Central, Lautaro Blanco y Facundo Buonanotte, movieron, según los medios de comunicación, casi seis millones de euros que luego ninguna de las dirigencias, ni la anterior ni la actual, reconocieron dentro de las arcas del club.

Una fabulosa maniobra de lavado, fuga y desaparición de millones de euros como consecuencia del negocio imparable de la venta de los bienes sociales como son los chicos que emergen de esos patrimonios populares amados que son Central y Ñuls. También una precisa repetición de la cancha chica del fútbol y la cancha grande de la realidad.

Ese flujo de millones de euros que pasaron aunque sea contablemente por las administraciones de los clubes ya no están y nadie tomó nota desde la justicia penal santafesina o la extraña justicia federal santafesina

Está bien que se investigue el origen y destino de la bandera de Los Monos pero es imprescindible indagar sobre la famosa ruta del dinero del pase de estos muchachos que de manera flagrante y pública se exhibe ante la sociedad rosarina como un robo millonario sin que nadie pregunte algo.

Ya sea por la bandera como por los flujos de millones de euros que pasan y se van, el domingo 16 de julio, en ocasión de las elecciones PASO en la provincia de Santa Fe hubo un procedimiento policial de casi 6 mil efectivos para proteger las escuelas de potenciales ataques narcos. Una nueva postal de la ciudad goleada. (APe/Jackemate.com)

 

(*) Periodista – Diputado Provincial

 

 

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