Hora local en Rosario:
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Por Ricardo Marconi (*)

Desde fines de 2021 es evidente que dos bandas, radicadas en el noroeste de Rosario, se enfrentan por el negocio del narcomenudeo, el que se ha transformado en el pan de cada día de niños, jóvenes y adultos de bajos recursos, quienes habitan los barrios de Empalme Graneros, Ludueña e Industrial.

La precaria vida de las víctimas rosarinas del narcomenudeo, -la salida para matar el hambre y lograr la subsistencia económica-, los obliga a vivir como sicarios, siendo de esta forma parte de un combo de delincuentes dirigidos para tomar la ciudad por asalto, generando situaciones mortales cada 30 horas promedio.

El círculo de miseria, violencia y muerte 

Hasta el criminalista menos avisado sabe que el incremento de la violencia corre, casi en paralelo, con el aumento de la miseria social y el por ello que, en breve lapso, será casi imposible que se corte el círculo de miseria y muerte y, por el contrario, las disputas tenderían a incrementarse.

Esos mismos criminólogos saben que esas bandas responden a estructuras mafiosas de nivel superior y que los rosarinos se desayunan, cada mañana, con una o más muertes comunicadas por periodistas que se vieron obligados a denunciar amenazas de muerte.

Ese trabajo periodístico permite, por su eficiencia, conocer la trayectoria criminal de los jefes locales que permanecen en libertad, si son detenidos o caen por los impactos de balas de sus enemigos.

También, poniendo su seguridad personal de por medio en cada nota, posibilitan que se sepan las estrategias que diagraman jefes de los grupos que se manejan al margen de la ley desde el interior de sus celdas.

“Yo ordeno, tus asesinas” 

Las órdenes las reciben los subalternos directos que no se ensucian las manos asesinando, sino que las trasladan a los “sicarios” o “gatilleros” que se movilizan –con o sin experiencia-, para exterminar a los componentes de otras bandas, o a los que tienen que pagar y se resisten al “cobrador” semanal, el que, a veces tiene sólo 14 o 15 años.

El que sigue esta columna sabe que los sicarios también se ocupan de tronchar la vida de familiares de jefes de otras bandas y ello genera venganzas e incrementan broncas que despiertan, a su vez, la necesidad de “entregar el vuelto”, provocando charcos de sangre en distintos barrios de nuestra ciudad.

Hasta llegan al colmo de atar de pies y manos a la víctima, balearla y luego trasladar el cuerpo a las vías del tren para que el mismo termine el trabajo. Quienes transitan obligadamente por el lugar detectaron el cuerpo exánime y advirtieron a las autoridades. Ello implicó que el último objetivo de los sicarios no se cumpliera.

Nuevas fuentes laborales 

Ya hemos señalado que un sector social que no sufre la desocupación en Rosario es el sicariato. Por el contrario, allí tallan los antecedentes de los que tienen la capacidad de sobrevivir y es por ello que –como ya hemos indicado haciéndonos eco de versiones-, tienen la posibilidad de pedir aumento en sus tarifas en efectivo o en droga –fundamentalmente paco-, que revenden.

Los datos que informalmente circulan indican que, en la zona ya aludida, habría surgido un tercer grupo que tiene un referente al que sus seguidores conocen como “Buchi”

Errores que pagan inocentes 

Bandas de ‘narcos’ disputan a sangre y fuego territorios para vender ‘merca’ en Rosario

Los crímenes se suceden y los números se incrementan sin cesar. Circunstancia esta que también, por una simple Ley de Probabilidades, existente en el campo matemático, ocurren hechos que tienen como víctimas a inocentes, ente los que cada día hay más niños y, en otros casos, la pérdida de vidas está condicionada por una muerte anterior o la necesidad de generar mutismo en circunstanciales testigos.

Así, se logra el miedo constante o latente en que viven testigos circunstanciales o los simples vecinos, quienes, con las primeras sombras del día, se encierran en sus casas, convirtiendo en páramos deshabitados a los barrios.

La frutilla del postre son los fines de semana, en los que se producen pérdidas de vidas por quedar en el medio de una ráfaga de balazos en los que se utiliza armamento más pesado como lo son las ametralladoras, ideales para agujerear frentes de viviendas o matar a quienes se encuentran en su interior.

El costo de la “merca” 

El ciudadano de los barrios –y el del centro rosarino-, en muchos casos sabe quién vende droga, dónde lo hace, para quien y cuánto cuesta la dosis.

“Sin embargo-el drama está lejos de terminar”, han dicho los vecinos a quienes se van sucediendo en el tiempo como componentes de la Comisión de Seguridad del Concejo Municipal.

Esa Comisión ha recibido, cara a cara, a entidades vecinales, docentes y vecinos -agrupados por reclamos ante la inseguridad-, los que les han requerido a los ediles un posicionamiento más duro ante las autoridades provinciales.

Incluso, en el caso de las maestras de escuelas primarias y profesores de segundaria, les han comentado a ediles que “hay niñas y jóvenes mujeres estudiantes que se ponen de novio con sicarios para tener un mejor pasar económico, ya que tienen que vivir en barrios de alto consumo de drogas. Es una forma de dejar de vivir en forma deplorable”, les han dicho sin tapujos a las maestras.

Solo se trata de vivir 

Es que deben vivir en ranchos, sin servicios básicos, con pisos de tierra, paredes de chapas y colgados de la energía eléctrica o durmiendo en camas de a dos. Es la realidad de algunos barrios en la ciudad que tiene un 31,2% de la población que vive bajo la línea de pobreza, según estadísticas.

Esto surge como la lava de un volcán en erupción, ya que los niños y jóvenes que tienen la posibilidad de acceder  a una escuela primaria o secundaria barrial no se resignan a ser parte de las estadísticas que contabilizan muertos y heridos en una ciudad  avasallada por un enfrentamiento mortal y persistente en el tiempo entre bandas de narcos que pululan en nuestro medio, conducidas por individuos que crecen económicamente con la venta del residuo de la cocaína –el paco-, y con la cocaína misma –cortada-, que destruye el cerebro, “al que llega en sólo 6 minutos de ingresada al torrente sanguíneo”, según los especialistas.

La inundación del paco 

El paco ya inundó los asentamientos de la ciudad y está haciendo estragos desde hace más de una década, aunque no podemos dejar de mencionar las consecuencias que generan lo que queda de la cocaína que baja desde Bolivia, Perú y Colombia, con destino final al norte de Europa.

“La heroína colombiana y la cocaína boliviana, para consumo local, llegaría de distintas maneras a nuestra urbe –no descubro nada nuevo enunciándolo-, por falta quizás de una adecuada instalación de radares con que se benefician los narcos para generar pistas clandestinas”, sostuvo el especialista Horacio Calderón, quien ha escrito un ensayo sobre la situación del narco en Méjico y el impacto del narcoterrorismo en el continente americano.

El propio Calderón observó “un tejido criminoso, que fue contaminando las principales estructuras del poder político del país” (Méjico).

Hay especialistas en narcoterrorismo que en sus trabajos han apuntado que “en los 70 hubo un importante aumento de asesinatos en Nápoles” y quien esto escribe agrega la razón de esa situación: Rafaelle Cutolo se había impuesto eliminar a los antiguos jefes de la Camorra para hacerse del poder.

Cutolo fundó en ese tiempo la ‘Nueva Camorra Organizata’ (NCO) para enfrentar a la vieja generación de camorristas, agrupados en la ‘Nueva Famiglia’.

El prefecto de la policía de la ciudad, de apellido Colombo, hermano de un ministro democristiano, adoptó la política de dejar hacer y utilizó una frase que se ha hecho carne en muchos rosarinos, quienes la usan diariamente en las redes: “De todas maneras van a matarse entre ellos”.

Cutolo se sirvió de esa frase para desarrollar su proyecto criminal y convertir a Nápoles en su plaza fuerte.

El ser humano tiene la tendencia de rechazar fenómenos nuevos, molestos, amenazantes y, aparentemente incontrolables y se limita a mirar para otro lado. La evitación no es más que una forma de huida que los que estudian este tipo de problemáticas denominan como “El síndrome Chernóbil”. 

Me refiero a lo ocurrido en 1986, cuando se produjo una explosión en una central nuclear ucraniana. Las apreciaciones de Colombo, imprudentes, intentan disimular la carencia de conocimientos operativos que nos obligan a pensar que el dicente se refugió, como lo hacen muchos rosarinos, porque “se asienta su criterio en la ignorancia y no hay humildad de reconocerlo”, según el especialista en geopolítica del crimen organizado Jean François Gayraud. (Jackemate.com)

 

(*) Licenciado en Periodismo – Postítulo en Comunicación Política

 

 

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