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Por Ricardo Marconi (*)

La historia o leyenda –el lector debe decidirlo-, que relataremos en esta columna involucra a Alexander Sawney Beane y a su clan de caníbales vampíricos, como ejemplo de violencia extrema en la tierra escocesa del siglo XIV.

Sé del escepticismo existente respecto de este tipo de historias –que algunos señalan que fueron generadas sólo para asustar y asombrar a extranjeros-, en una época en la que se quería presentar a Escocia como una tierra en manos de salvajes antes de su anexión a Inglaterra.

Beane, que era un ser totalmente tomado por un comportamiento antisocial, se negó en su juventud a trabajar y dedicó su existencia a martirizar a sus vecinos, los que llegaron a odiarlo.

La historia especifica claramente que Sawney Beane, el patriarca del clan nació en el condado de East Lothian, a muy pocos kilómetros de Edimburgo, en el seno de una familia de labradores.

Y aquí es que surgen dos versiones de la historia: Una la emplaza en 1390, mientras que otros cuentan que los hechos ocurrieron en el 1500.

Abandono por odio

Las crónicas relatan que, a los 20 años de existencia, el joven tomó la decisión de abandonar el pueblo que lo detestaba. Beane y el único amigo que siguió sus pasos tomaron lo poco que tenían y se refugiaron en una cueva de la costa para poder resistir las inclemencias climáticas del invierno.

Se trataba de una cueva amplia, seca y con mucha profundidad [1]. El gran obstáculo que tenían en la zona donde tenían asentada su guarida era el de la falta de alimentos cercanos.

En las primeras horas de la mañana salían en búsqueda de algo para comer y casi siempre terminaban adquiriendo algo para digerir, adquiriendo alimentos a algún lugareño que habitara en la zona del embarcadero que empleaban los escoceses para viajar a Irlanda.

 La alternativa caníbal

En una de esas salidas desesperadas Sawney, tras recibir la negativa a su pedido de dinero para comer, atacó a un viajero y le produjo la muerte a golpes. Cargó el cuerpo exánime como pudo y lo trasladó a la cueva, donde se interesaron, junto a su cómplice, sólo por su carne.

La historia que corrió de boca en boca hace referencia a que se unió a una mujer y fue padre de ocho hijos y seis hijas.

Así fue que no había otra alternativa que -al tener más bocas que alimentar producto del incesto-, tuvo que asesinar a más viajeros, convirtiendo a su “familia”, durante 28 años, en un “clan de caníbales vampiros” que atacaba por la noche, logrando escapar, una y otra vez, de la  justicia.

Sawney Bean, el demonio de Galloway

Las infinitas versiones –como tales sin pruebas-, señalaban que Sawney y sus seguidores eran responsables de mil muertes.

Otros relatores de lúgubres historias, para salvar la poca eficiencia de los investigadores de las carnicerías que ocurrían en el bosque, hacían referencia a que la cueva permanecía cerrada durante largos períodos a causa de las mareas y el mito se completaba con “la inexistencia de rastros”…

…hasta que las desapariciones terminaron por atraer las miradas de las autoridades de Glasgow que iniciaron, ante la falta de pruebas físicas, una caza de brujas que no descansaba de capturar decenas de inocentes que terminaron en la horca.

Sin embargo –como era de esperar-, las ejecuciones no amedrentaron a la familia caníbal hasta que –un conocido burgués-, desapareció cuando iba a tomar un barco a Irlanda.

El rey,-algunos dicen que fue Jaime I-, obligado por los escoceses adinerados que amenazaban con dejar de pagar impuestos, decidió desplegar una red de espías por toda la costa para hallar al desaparecido.

Al estrechar la búsqueda terminaron por establecer que estaban enfrentando al “Demonio de Galloway”.

El Rey se pone al frente de la búsqueda

Las tropas del rey fueron cerrando, minuciosamente, el círculo de la investigación y terminaron por ubicar la zona donde desaparecían los viajeros, a la vez que precisaron el perfil de los captores gracias al varón de una pareja emboscada, quien había logrado escapar luego de ver como asesinaban a su esposa unos individuos a los que calificó de “hombres bestias”.

Utilizando perros entrenados, los policías precisaron donde se hallaba el escondrijo de Beane y su clan ansioso de carne y sangre humana, al que rodearon en la noche, sin que los asesinos lo advirtieran. Se acercaron lo más silenciosamente que pudieron y se internaron armados en la cueva.

Lo primero que advirtieron es que los muros del escondrijo estaban “adornados” con los esqueletos de los muertos y, en el fondo, agrupados y sorprendidos por ser descubiertos, se hallaban los salvajes masticadores de carne humana, en medio de su bacanal caníbal y no atinaron a defenderse. Los niños, apartados, se hallaban jugando con restos óseos dispersos por el piso de tierra.

De inmediato, incluso ensangrentados, fueron trasladados, en su totalidad, a Edimburgo, donde no fueron siquiera sometidos a enjuiciamiento. La condena era previsible: Fueron ejecutados e incluso las mujeres ardieron con los bebés en sus brazos.

Los hombres del clan tardaron un poco más en morir, ya que fueron desmembrados. En total 48 seres humanos fueron dejados sin vida.

¿Mito o realidad?

Quizás, el relato sea la compilación de los mitos más oscuros de Escocia, pero lo que sí está claro es que era evidente que el canibalismo no era desconocido en la Escocia medieval, así como que Galloway fue un territorio salvaje.

El relato al que el lector tuvo acceso ha sido reconstruido en base a las revistas de rumores que se publicaban durante las rebeliones jacobitas que se extendieron entre 1688 y 1746, y que tuvieron como finalidad devolver el trono a la Casa de Estuardo, de origen escocés.

Había que desprestigiar todo lo que procediera del norte y publicitar las ventajas inglesas alineadas con la Casa de Hannover.

“«No vayas por Galloway», dice una canción popular, «pues has de saber que Sawney Beane te espera allí». «Sawney Beane, Sawney Beane, cuídate de Sawney Beane/ No dejes que derribe tu caballo Sawney Beane». (Jackemate.com)

 

(*) Licenciado en Periodismo – rimar9900@hotmail.com 

 

[1] “Blanco y negro”, W.J. Passingham. 4/3/1934.

 

 

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